MUNDO YOLD. Recordamos al gran tenor canario, ejemplo de potencia vocal y de humildad

Alfredo Kraus: 25 años después, el legado intangible de una voz inmortal

Firma Invitada
9 septiembre, 2024

Alfredo Kraus, legendario tenor español, es recordado 25 años después de su muerte por su perfeccionismo vocal, su amor por la familia y su legado pedagógico. Su voz inigualable y su integridad artística lo consagraron como uno de los grandes de la ópera, dejando una huella imborrable en la música clásica.

Hoy, en Gente Yold, recordamos a uno de los más grandes tenores de la historia: Alfredo Kraus, en el 25º aniversario de su muerte. Su voz inigualable, llena de elegancia y precisión, dejó una marca imborrable en el mundo de la ópera; pero su legado va mucho más allá de su faceta como cantante. Kraus fue un hombre comprometido con su arte, con una vida privada reservada y discreta, y una búsqueda constante de la perfección. Su historia, tanto en el escenario como fuera de él, está llena de matices que a menudo pasan desapercibidos, pero que revelan al verdadero Kraus, más allá de la fama.

Acompáñanos en este viaje por la vida de Alfredo Kraus, un artista que nunca dejó de ser un perfeccionista, un maestro que siempre fue un aprendiz, y un hombre que, pese a su estatus de leyenda, vivió con la humildad de quien ama profundamente su vocación. Hoy exploramos no solo su brillante carrera, sino también esos aspectos más íntimos de su vida, aquellos que lo definieron como persona y lo convirtieron en una figura tan admirable como inolvidable.

Kraus se consolidó como uno de los grandes tenores de su generación, compartiendo escenarios con figuras como María Callas, Joan Sutherland y Montserrat Caballé

Nacido para la música

Hoy, en Gente Yold, recordamos a uno de los más grandes tenores de la historia: Alfredo Kraus, en el 25º aniversario de su muerte. Su voz inigualable, llena de elegancia y precisión, dejó una marca imborrable en el mundo de la ópera; pero su legado va mucho más allá de su faceta como cantante. Kraus fue un hombre comprometido con su arte, con una vida privada reservada y discreta, y una búsqueda constante de la perfección. Su historia, tanto en el escenario como fuera de él, está llena de matices que a menudo pasan desapercibidos, pero que revelan al verdadero Kraus, más allá de la fama.

Acompáñanos en este viaje por la vida de Alfredo Kraus, un artista que nunca dejó de ser un perfeccionista, un maestro que siempre fue un aprendiz, y un hombre que, pese a su estatus de leyenda, vivió con la humildad de quien ama profundamente su vocación. Hoy exploramos no solo su brillante carrera, sino también esos aspectos más íntimos de su vida, aquellos que lo definieron como persona y lo convirtieron en una figura tan admirable como inolvidable.

 

Alfredo Kraus en su infancia

De los primeros escenarios a la fama internacional

El verdadero despegue de la carrera de Alfredo Kraus ocurrió en 1956, cuando hizo su debut profesional en El Cairo con el papel de Duque de Mantua en Rigoletto, de Verdi. Su actuación recibió elogios inmediatos, y pronto fue invitado a cantar en los teatros más importantes de Europa, incluyendo La Scala de Milán, el Teatro Colón de Buenos Aires y la Royal Opera House en Londres. Sin embargo, sería su interpretación del papel de Edgardo en Lucia di Lammermoor, de Donizetti, la que definiría su carrera. Este rol, que interpretó más de 300 veces, se convirtió en su carta de presentación en los principales escenarios del mundo.

Lo que distinguía a Kraus de otros tenores de su tiempo era su dedicación absoluta a la pureza y el control de su voz. A diferencia de muchos cantantes que sacrifican la técnica en busca de la emoción del momento, Kraus siempre se mantuvo fiel a su estilo lírico, buscando una perfección técnica que le permitiera mantener su voz en óptimas condiciones a lo largo de los años. Esta dedicación al perfeccionismo no era solo una cuestión profesional, sino también personal; entendía que su voz era un instrumento delicado que debía ser cuidado con el mayor esmero.

Alfredo Kraus y María Callas en La Traviata. Lisboa 1958

Durante las décadas de los 60 y 70, Kraus se consolidó como uno de los grandes tenores de su generación, compartiendo escenarios con figuras como María Callas, Joan Sutherland y Montserrat Caballé. Pero, a diferencia de algunos de sus contemporáneos, él fue selectivo con sus papeles y con los escenarios en los que cantaba. Rechazaba aquellos roles que no se ajustaban a su tesitura vocal o que podían comprometer su técnica. Esta elección consciente de papeles le permitió mantener una longevidad vocal sorprendente, y continuar cantando en plenitud hasta bien entrados los 70 años.


Familia y discreción

Pese a su fama mundial, Alfredo Kraus siempre mantuvo una vida privada alejada de los medios de comunicación. Esta discreción no era casual; el tenor creía firmemente en la separación entre su vida pública y la personal. El pilar fundamental de su vida fue su familia, especialmente su esposa, Rosa Blanca Ley, a quien conoció en una actuación en su natal Gran Canaria y con quien se casó en 1960. Tuvieron cuatro hijos, y su matrimonio fue un ejemplo de estabilidad en un mundo donde las relaciones a menudo se ven comprometidas por las exigencias de una carrera artística internacional.

Pese a su fama mundial, Alfredo Kraus siempre mantuvo una vida privada alejada de los medios de comunicación

Rosa fue mucho más que una compañera para Kraus; fue su apoyo incondicional, acompañándolo en giras y asistiendo a muchas de sus actuaciones. El fuerte vínculo entre ambos quedó demostrado tras la trágica muerte de Rosa en 1997; un golpe devastador para Kraus, y una pérdida de la que nunca se recuperó completamente. A partir de ese momento, el tenor redujo considerablemente su actividad profesional, aunque continuó cantando en público hasta poco antes de su muerte.

Junto a Rosa en la Plaza de Cataluña de Barcelona. 1961.

Pocos conocen otra faceta de Kraus: su amor por la cultura y los idiomas. Era un hombre culto, apasionado por la lectura, especialmente la de literatura clásica y de filosofía. Además, hablaba con fluidez varios idiomas además del español, como inglés, francés e italiano, lo que no solo le facilitaba la interpretación en diferentes lenguas, sino que también le permitía disfrutar de una vasta cultura literaria y musical. Este interés por el conocimiento y el aprendizaje continuó a lo largo de su vida, reflejando su carácter curioso y su deseo constante de superación.

El maestro inolvidable

Además de ser un cantante excepcional, Alfredo Kraus fue un maestro dedicado. A lo largo de su vida, impartió clases magistrales y dedicó tiempo a la enseñanza de la técnica vocal a jóvenes cantantes. Para Kraus, la enseñanza era una forma de devolver lo que había recibido de sus maestros y de asegurar que su legado musical perdurara en las nuevas generaciones. No obstante, lo que más destacaban de él, sus alumnos, era su humildad y generosidad. A pesar de su estatus como una de las grandes voces de la ópera, Kraus nunca se comportó de manera arrogante ni distante. Era un maestro accesible, dispuesto a compartir su vasto conocimiento sin reservas.

Fue también un maestro dedicado: a lo largo de su vida, impartió clases magistrales y dedicó tiempo a la enseñanza de la técnica vocal a jóvenes cantantes

Una de las enseñanzas más importantes que transmitió fue la importancia de la técnica vocal y del cuidado de la voz. Insistía en que un cantante debía conocer sus límites y trabajar constantemente para mejorar sin comprometer su instrumento. Para Kraus, la voz era sagrada, y su cuidado era esencial no solo para el éxito profesional, sino para la longevidad artística. Esta filosofía fue una de las razones por las cuales su voz se mantuvo en excelente forma hasta el final de su carrera, algo que pocos cantantes pueden lograr.

Su última actuación tuvo lugar en su ciudad natal, Las Palmas de Gran Canaria, el 21 de marzo de 1999. Tan solo dos días después, de vuelta a su domicilio madrileño, comenzó a sentir molestias que nada bueno auguraban. Poco después se le diagnosticaba un cáncer de páncreas. El 10 de septiembre de 1999, Kraus fallecía en Madrid, a la edad de 71 años, dejando un vacío inmenso en el mundo de la ópera. Su muerte marcó el final de una era, pero su legado perdura no solo en las grabaciones que dejó, sino en la memoria de todos aquellos que lo escucharon cantar y que fueron inspirados por su arte.

Su muerte marcó el final de una era, pero su legado perdura

¿Conocías la figura de Alfredo Kraus? ¿Sabías de su filosofía de vida, marcada por la búsqueda constante de la perfección y la humildad? No dudes en compartir tus pensamientos con nosotros a través de los comentarios o en nuestras redes sociales. ¡Nos vemos muy pronto!

Comentarios

  1. hugogabrielnapolesmolina@gmail.com dice:

    Hola. Siempre he sdmirado a Kraus, tuve un tío que fue barítono lirico y su tecnica se parecía mucho.

  2. hugogabrielnapolesmolina@gmail.com dice:

    Hola. Tuve un tío barítono lirico, cuya técnica se parecía a la de Kraus. Indudablemente Kraus es uno de los más grandes de la historia

  3. José Ramón Carbonell Beviá dice:

    Buenas tardes. Tengo 74 años y toda mi vida vida he admirado a este grandísimo tenor español. Pienso que de todos los adjetivos que se le han aplicado el más acertado es el de “INCOMPARABLE”. Su voz, su timbre, su squilo eran únicos., inconfundibles.
    Tuvo dos agravios que quizás le haya podido perjudicar: 1. Que su canto ha sido ” plusquam-perfecto. Y eso le genero envidias y celos. 2. Era español. Si hubiera sido alemán o italiano o francés aquí, en su país, se le consideraría el mejor del mundo. Pero desgraciadamente,para él, era español. Más que lamentable.
    Tengo el honor de que el salón comedor de mi casa está presidido por un busto suyo realizado por el insigne escultor Santiago de Santiago. Igual al que hay en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, en Auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas y en el Teatro Wagner de Aspe (Alicante).

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