Cine Yold. Pocas cabinas quedan ya operativas en España, pero hay una que siempre recordaremos
Antonio Mercero, el cineasta que encerró a la censura en una cabina
Nuestro crítico de cabecera, Ángel Domingo, se centra hoy en el maravilloso cortometraje dirigido por Antonio Mercero. La cabina se concibió como una metáfora del aislamiento en el que vivían los españoles encerrados en la dictadura de Franco. Con enorme astucia y sensibilidad, Mercero burló la censura del régimen y su corto ganó premios en todo el mundo.
Aunque llevan mucho tiempo resultando inútiles, la retirada definitiva de las cabinas telefónicas no se ha producido hasta 2023. La compañía responsable sigue con el proceso de desmantelamiento progresivo, que ya se inició hace unos años. Desde la proliferación de los teléfonos móviles, eran muy pocos los ciudadanos que las utilizaban, y ocupaban espacio en las calles, entorpeciendo la circulación peatonal.
Desde un punto de vista personal, reconozco tener asuntos pendientes con las cabinas telefónicas; entre otras cosas porque, con cierta frecuencia, se quedaban el dinero que no había sido gastado al finalizar la llamada, y eso cuando funcionaban correctamente.
Homenaje madrileño al corto de Mercero
Al menos una cabina ha sido ‘indultada’ y un ejemplar –rojo, por supuesto- se ha instalado como homenaje al estupendo cortometraje de Antonio Mercero en la madrileña Plaza del Conde de Valle Suchil.
También es cierto que Mercero no necesita a su cabina para ser recordado, ya que es el creador de dos de las series televisivas más populares de la historia de la televisión en España: Verano azul (1981) y Farmacia de guardia (1991), así como de conmovedoras películas, como la original Espérame en el cielo (1988), o la emotiva Planta 4ª (2003) sobre la vida en una planta de hospital destinada a cuidar de jóvenes con cáncer, protagonizada por Juan José Ballesta en uno de sus primeros papeles protagonistas.
Pero en este artículo quiero centrarme en La cabina (1972).
A comienzos de la década de los setenta, Francisco Franco, consciente de que el cine era el medio de comunicación más efectivo para realizar cualquier lavado de imagen del régimen fascista que dirigía decidió impulsar un cortometraje que demostrara que España no era ese ‘lugar oscuro y atrasado’, como lo definían los medios de comunicación mundiales.
La elección del realizador para que asumiera la responsabilidad de rodar el cortometraje no supuso ningún problema. Antonio Mercero acababa de terminar la serie Crónicas de un pueblo (1971), que resumía en sus dieciocho capítulos todas las virtudes que el régimen franquista creía poseer. ¡Estaba decidido! Antonio Mercero dirigiría todo el proyecto.
El maravilloso López Vázquez con el director
Se abre el plano, y aparecen unos operarios con un impecable uniforme verde (primer gol de Antonio Mercero a la censura, pues sus vigilantes no fueron capaces de descubrir que ese color parodiaba al utilizado por la Guardia civil) instalan una cabina telefónica, de un intenso color rojo, en lo que podría ser la plaza de cualquier ciudad de la geografía española. Una impecable estructura de metal y cristal que espera, paciente, a que un ciudadano cualquiera entre para realizar una llamada.
Si hay una sensación que se despierta en los espectadores de La cabina es la del aislamiento, llevado a su máxima expresión (el mismo aislamiento que sufrían los españoles de aquellos años), tan nítido que parece mentira que los censores no se percataran del velado mensaje de los fotogramas de Mercero.
Atrapado en ese ataúd de metal y cristal, el personaje interpretado por José Luis López Vázquez aprende la lección de que, en una sociedad gobernada por un militar, cualquier ciudadano que se atreva a actuar libremente será, no solo silenciado, sino más terrible todavía, exiliado, porque el final del cortometraje de Mercero muestra cómo aparecen unos operarios conduciendo una furgoneta que se lleva José Luis López Vázquez, cabina incluida, hasta unos misteriosos almacenes repletos de cabinas telefónicas con ciudadanos atrapados dentro.
Durante el rodaje
Todavía hoy me resulta curioso que la censura no suspendiera la exhibición del cortometraje de Mercero y se pudiera exhibir en los principales festivales cinematográficos, donde además se premió, tanto al corto, como a su protagonista, José Luis López Vázquez.
Ángel Domingo Pérez
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