PALABRA DE YOLD. El jardín de las palabras, por Paloma S. Molina

Aprendiendo

Aprendiendo, no importa qué, siempre aprendiendo, siempre empezando, así es como hemos vivido todos y cada uno de nuestros años, y ahora también. A veces tengo la sensación de que aprendíamos de cero cada uno de nuestros pasos, como si lo anterior no valiera, o no nos gustara la referencia que teníamos. Pero también entonces pensaba que quizá en algún momento pararía de aprender o de buscar porque, por fin, habría llegado a algún sitio ¡Qué ilusa!

Hace unos días vi la película de Isabel Coixet Aprendiendo a conducir, me dijeron que era una obra de encargo y que, aunque era correcta, no reflejaba ese mundo personal de Coixet al que nos tenía acostumbrados en sus primeras películas, que le faltaba ritmo y simplemente era su bautizo en las comedias dramáticas. Probablemente todo eso sea cierto, pero también lo es que a mí me llegó esa rebeldía que de pronto tienes que sacar con más de 50 años. Tienes que empezar de nuevo, no de cero, cierto, pero empezar con cosas que ya creías sabidas o superadas, y de pronto aparecen ante ti nuevos retos. A la protagonista le abandona su marido y decide aprender a conducir. Aprender, sí, con su edad. Nunca ha necesitado un coche, vive en Manhattan y en las escasas ocasiones en que salían de la ciudad su marido conducía.

Aprendiendo-a-conducirAhora todo cambia, se ha quedado sola y quiere ir a ver a su hija, y para eso necesita conducir. Nunca sabemos cuándo tendremos que empezar de nuevo, pero además no nos damos cuenta de que muchas puertas nuevas se abren, al tiempo que otras se cierran. Nos puede el hábito, esa zona que llaman de confort y no queremos salir. La protagonista tiene la oportunidad de aprender a conducir y sentir la libertad frente a un volante. Yo aún recuerdo la primera vez que la sentí, sola frente al volante y dueña del espacio y el tiempo que conducir te permitía.

Nunca es tarde para aprender, para empezar, para compartir sentimientos y conocimientos.

Pero además en el camino, mientras aprendes, te encuentras con personas muy diferentes a ti y sigues aprendiendo y, a veces, enseñando también. Es ahora, con más de 50 años cuando eres capaz de abrir más los ojos, y ver otras realidades y sentimientos muy distintos a los tuyos. Así, nuestra protagonista conoce a su profesor de conducir, un hindú exiliado político. Un hombre culto que por las circunstancias de la vida ha terminado de taxista y profesor de conducción y que, ya en la madurez, decide casarse con la mujer escogida por su familia, también madura, pero con un nivel cultural inferior.

Nunca es tarde para aprender, para empezar, para compartir sentimientos y conocimientos; solo tenemos que mirarnos de verdad, adentro, hasta el fondo y dejar salir a raudales las ganas de vivir, buscar, aprender…

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