Yoldilandia. La actriz logró reunir piezas únicas en la historia del cine

La colección perdida de Debbie Reynolds

 

Inés Almendros
15 enero, 2017

Además de ser la protagonista de “Cantando bajo la lluvia”, y la madre de Carrie Fisher, Debbie Reynolds reunió la mayor recopilación de objetos de cine de la historia: el bombín de Chaplin o los vestidos de Escarlata y Marilyn formaron parte de la colección de una actriz cuya vida fue, también, de cine. Sin embargo, las piezas fueron subastadas de forma individual. El mundo perdió así una gran oportunidad.

Hace apenas unos días a todos nos sorprendía la triste noticia, primero, de la muerte de Carrie Fisher, la inolvidable Princesa Leia de “La Guerra de las Galaxias“, y un día después de la de su madre, Debbie Reynolds. Conocida internacionalmente como actriz y cantante, poca gente sabe que además Debbie Reynolds fue la mayor coleccionista de objetos de cine de la historia; su colección fue un auténtico tesoro que ella recopiló durante años y años, a través de costosas adquisiciones y muchos regalos de otras estrellas de cine.

Una vida de estrella
En su juventud, Debbie era una mujer de aspecto dulce, frágil, delicado. Una linda y atractiva artista que había llegado a la fama por su belleza y casi de casualidad, tras ser elegida Miss Burbank, la localidad donde residía. Su éxito sorprendió a sus compañeros de escuela, que la consideraban prácticamente un chicazo. Criada en el seno de una familia ciertamente humilde, Debbie apenas si sabía cómo vestirse o arreglarse cuando fue requerida para empezar a trabajar en el cine. Apenas si sabía bailar cuando en 1952 fue contratada para rodar Cantando bajo la lluvia, junto al gran bailarín Gene Kelly. A costa de horas nocturnas, y practicando tanto que llegaron a sangrarle los pies, consiguió que su papel fuera aclamado en todo el mundo. Durante décadas, trabajó en el cine, en el teatro, en musicales, en la televisión. Debbie Reynolds fue una persona inquieta y tremendamente trabajadora, a la que sus hijos regañaban por no descansar. Representó durante años dos funciones en directo en Las Vegas, al tiempo que hacía televisión. En 1970 se negó a mantener su programa en la pequeña pantalla porque la cadena se había comprometido a poner la publicidad de una marca de tabaco, algo que ella ya consideraba totalmente “opuesto a la salud y el bienestar”. También emprendió otras empresas de distinto tipo y con fortunas opuestas: desde un estudio de baile, hasta un hotel y un casino en Las Vegas. Grandes inversiones no del todo bien gestionadas en bienes, que finalmente tuvo que vender para evitar la bancarrota.

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Portada de su biografía.

La ruptura de su primer matrimonio sirvió para escribir una de las páginas más sonadas de los escándalos hollywoodienses: llevaba poco más de tres años de casada con uno de los cantantes de moda de la época, Eddie Fisher, cuando en 1959 este se lió con la mejor amiga de ambos, Elizabeth Taylor, que había enviudado recientemente del productor Mike Todd.

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Debbie y Eddie Fisher en su boda

Al quedar viuda, Taylor se dejó arropar por Debbie y, especialmente por Eddie, que pasó a convertirse primero en el amante, y posteriormente en el nuevo marido de Elizabeth. El escándalo fue mayúsculo, y estuvo a punto de acabar con las carreras de Taylor y Fisher. Sin embargo, Debbie no se mostró resentida o rabiosa, solo dolida. Con el tiempo, incluso, perdonó a ambos y rehízo la amistad. De hecho, Debbie Reynolds y Liz Taylor volvieron a trabajar juntas en varias ocasiones, por ejemplo en la película “These Old Broads“, un telefilme escrito por su hija Carrie Fisher y en el que también intervinieron Shirley MacLaine y Joan Collins. “No te podías enfadar eternamente con Liz Taylor, ella era una mujer enormemente cariñosa y alegre. Eso sí: si venía a visitarte a tu casa, lo mejor era esconder a tu marido dentro del sótano”, dijo en cierta ocasión la Reynolds recordando a su amiga fallecida años antes.

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Trío de amigos que acabaría mal.

Tras el fracaso de su matrimonio Debbie se casaría, sin mucha suerte, otras dos veces más. Su segundo marido, Harry Karl, casi la arruina por sus deudas de juego. Del tercero, Richard Hamlett, llegó a decir que se sentía amenazada por él. A partir de ahí, decidió vivir nuevos amores sin publicidad y sin matrimonio. Tampoco la relación con su hija fue sencilla del todo. Pese a estar muy unidas en los últimos años, la adolescencia y juventud de Carrie fue una época complicada para las dos. El exceso de trabajo y los problemas económicos de la madre chocaron con la personalidad compleja y un tanto rebelde de una hija, que empezó demasiado pronto a probar drogas, y que desde joven sufría trastornos bipolares.

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Debbie Reynolds con su hija Carrie, en una actuación conjunta.

Pero con los años ambas superaron las dificultades, y acabaron viviendo en casas independientes, pero al lado una de la otra. Su trascendental relación quedó reflejada en las obras de Carrie: la novela Postales desde el filo y en el documental “Bright Lights: Starring Carrie Fisher and Debbie Reynolds, que estos días se emite en distintas televisiones internacionales.

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Preciosa imagen que la propia actriz puso en su twitter en el último cumpleaños de Carrie Fisher.

El mejor museo del cine
Pero sin duda la mayor empresa de Debbie fue su fantástica colección de recuerdos de películas, que acabó convirtiéndose en la mayor de todo el mundo, y que incluía algunos de los elementos de vestuario más simbólicos de la historia. Cientos de miles objetos con los que ella realizó un museo propio primero en su hotel de Las Vegas, y posteriormente en Los Ángeles.

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Los vestidos de Judy Garland en “El mago de Oz“; Audrey Hepburn en “My Fair Lady“, y la túnica de Charlton Heston en “Ben Hur” formaban parte de la colección Reynolds.

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Sombrero y peluca de Harpo Marx, parte de esta mítica colección.

Una increíble recopilación que incluía, entre otros, más de 3.500 vestidos y 20.000 fotografías, con piezas míticas como el bombín de Charlie Chaplin, el vestido de Marilyn Monroe en “La tentación vive arriba“, o el de Vivien Leight en “Lo que el viento se llevó“; los zapatos de Judy Garland en “El mago de Oz“; el abrigo de piel de Orson Welles en “Ciudadano Kane“, trajes de Cary Grant, Frank Sinatra o Fred Astaire; la peluca de Harpo Marx o cámaras y equipos de rodaje de películas míticas, incluyendo material para los efectos especiales de “La Guerra de las Galaxias“, entre otros miles de maravillosas cosas.

 

 

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Catálogo de la subasta de los objetos de cine de Debbie Reynolds. A la izquierda, el vestido de Ingrid Bergman para la película “El extraño caso del Doctor Jekyll“.

http://www.profilesinhistory.com/flipbooks/DRfinale64/index.html

(Catálogo completo de la que fue la mejor colección de cine de la historia, hoy disgregada entre coleccionistas anónimos)

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Exhibición de parte de la colección.

Durante años, Debbie Reynolds intentó mantener su colección unida y que esta ocupase un museo en Hollywood, pero finalmente nadie mostró interés, ni facilitó la financiación necesaria para ello. Sostuvo interminables conversaciones con la Academia de Cine de Estados Unidos para intentar que se hicieran cargo de ella, pero tampoco fue posible. Sin llegar a un acuerdo sobre el precio de la misma, Debbie organizó finalmente varias subastas para vender estos preciados objetos, a través de las cuales logró una recaudación millonaria con la que pudo sanear su estado financiero. Sin embargo, manifestó públicamente su pesar por haberse tenido que desprender de la colección y porque las piezas estuvieran dispersas por todo el mundo. Una auténtica tragedia para el cine americano, y en general para el cine universal, haber perdido la oportunidad de reunir en un único museo la más increíble colección de objetos de cine de Hollywood, que hubiera podido ser visitada por los amantes del séptimo arte de todo el mundo, ahora y siempre.

Pese a ello, es evidente que el trabajo de Debbie, al recopilar y cuidar esas piezas, logró que miles de estos objetos se salvaran de una muy posible desaparición y que ahora puedan ser disfrutados -al menos- por los coleccionistas y amantes del cine anónimos, que se quedaron con ellos. Debbie, una estrella que se apagó tras la muerte de su hija dejó, junto con sus películas y su obra, un legado verdaderamente especial.

 

Inés Almendros

 

 

 

 

 

 

 

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