Mundo Yold. El panorama actual de nuestros jóvenes
Nuestros hijos, ¿lo tienen mejor o peor?
Siempre se dice aquello de “cualquier tiempo pasado fue mejor”, pero por pura lógica de la evolución social, las generaciones jóvenes deberían contar con unas condiciones de vida mejores, con más oportunidades y más bienestar. No parece ser el caso de nuestros jóvenes de hoy en día, y sin poder evitarlo nos viene una pregunta a la mente: ¿Eran nuestros tiempos más fáciles?
-“¡Esta juventud de hoy en día…”!… ¡”En mi época los jóvenes éramos diferentes”!… “Los jóvenes de ahora son unos blandos!”.
Que levante la mano aquel que no ha lanzado ya alguna de estas frases pensando tal vez en los chicos adolescentes o entrados ya en la veintena. Y sí, lo cierto es que los jóvenes son el reflejo de esta sociedad y hay que admitir que la sociedad ha cambiado.
“Ya Sócrates, allá por el siglo IV a.d.C. se quejaba de las generaciones más jóvenes en citas como `nuestra juventud ama el lujo, tiene malos modales, menosprecia la autoridad…´”.
Aunque éste no es un acontecimiento nuevo. Ya Sócrates, allá por el siglo IV a.d.C. se quejaba de las generaciones más jóvenes en citas como “nuestra juventud ama el lujo, tiene malos modales, menosprecia la autoridad y no tiene ningún respeto a los mayores”. Tenemos que reconocerlo, este proceso es casi intrínseco a cualquier generación: los jóvenes siempre se caracterizarán por intentar adaptarse progresivamente a las nuevas situaciones y retos que va planteando la sociedad con el transcurso del tiempo, con sus cambios demográficos, económicos, sociales y culturales.
Pero también es cierto que la situación actual muestra ciertas características que la diferencian de la problemática convencional. Hoy convivimos los yold (que nacimos más o menos en los 50-60-70, con los millenials, los que han cumplido su mayoría de edad en el siglo XXI. Contextos históricos y sociales tremendamente diversos, bases educacionales y formas de ver la vida que nos hacen sentir a años luz de nuestros retoños, por más que se encuentren en la habitación de al lado.
“Una generación sin oportunidades, una generación que por primera vez en la historia no vivirá mejor que sus padres”.
Si podíamos añadir algo más, en 2008 una tremenda crisis económica mundial azota por completo las principales economías del mundo, afectando muy especialmente a nuestros jóvenes y dando lugar a lo que muchos califican, incluida la Organización Internacional del Trabajo (OIT), como la “generación perdida”. Una generación sin oportunidades, una generación que por primera vez en la historia no vivirá mejor que sus padres.
Qué tiempos aquellos…
En los 80, con la Movida Madrileña, las chupas de cuero y las medias rotas como telón de fondo, los jóvenes vivían sin muchas incertidumbres, al menos no de la talla de las que aquejan a los veinte y treintañeros en estos momentos. Tras dejar atrás una época de represión, el cambio se palpaba en España en todos los sectores y las perspectivas de futuro no le quitaban el sueño a los más jóvenes. El trabajo no era fácil, pero las perspectivas no eran tan complicadas como ahora.
La estabilidad era tal que raro era aquel de ‘veintimuchos’ que no estaba ya casado y con hijos. De hecho, la excepción en esta época era no contar con una casa en propiedad y muchos hasta se lanzaban al apartamentito en la playa o el chalet de la sierra.
Cualquiera diría que apenas 30 años han bastado para que la situación haya dado la vuelta completamente. Hoy, David, Cristina, Celia y Tomás, todos ellos entre los 28 y 30 años, no están casados ni tienen hijos, alguno no trabaja y el que lo hace puede estar contento con cobrar mil euros. Ninguno tiene una casa en propiedad, y es que tan solo independizarse a un piso compartido con otras cuatro personas es casi un desafío y un valiente el que lo afronta. “Más formados y más tirados”, comenta Tomás.
Para muestra, un botón
Solo hace falta estudiar la evolución de ciertos indicadores clave para darnos cuenta de que nuestros jóvenes tienen objetivamente el panorama bastante más negro.
Observando la tendencia de la tasa de desempleo desde hace 40 años, comprobamos que en 1977, según datos del INE, se situaba en torno al 5,7% de la población activa, o lo que es lo mismo, tan solo alrededor de 800.000 parados. Diez años más tarde, durante el periodo que abarcó desde la transición democrática hasta 1986, la tasa de desempleo se incrementó de forma continuada y constante hasta llegar a alcanzar casi el 20%, cerca de 3 millones de parados. Para finales de los 90 la tasa de paro se encontraba en pleno descenso, llegando a situarse en el 10%, 1,9 millones de parados, en 2001. Tras el desagradable récord alcanzado en 2012, con un 27,2% de paro, unos 6,2 millones de desempleados, el 2016 se cerró con una tasa del 18,2% (3,7 millones de parados).
“El 2016 se cerró con una tasa del 18,2% (3,7 millones de parados)”.
En cuanto la evolución en los últimos 40 años del PIB, el indicador que mide los bienes y servicios producidos en un país en un periodo de tiempo concreto, comprobamos que en 1977, según datos del Banco Mundial, este indicador tenía un crecimiento del 2,8%, pasando al 5,5% en 1987. Tras un fuerte bajón a principios de los 90, el PIB español remontó a lo largo de la década hasta llegar a valores negativos (decrecimiento) en el periodo de 2009 a 2012. En 2016 este indicador experimentó un crecimiento del 3,2%.
Por último, es importante constatar la importancia del cambio de tendencia migratorio en España. En unas pocas décadas, nuestro país pasó de ser un generador de emigración a ser un receptor de flujo migratorio. El dinamismo que mostró la economía a mediados de los 90 provocó un fuerte crecimiento de la inmigración, pasado de poco más de 500.000 extranjeros censados en nuestro país en 1996, a más de 4 millones en 2006, cifra muy similar a la registrada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2016. La mayor parte de los nuevos emigrantes españoles son jóvenes, con una excelente preparación, que tiene que buscar trabajo en otros países.
“La mayor parte de los nuevos emigrantes españoles son jóvenes, con una excelente preparación, y tienen que buscar trabajo en otros países”.
Alberto Garzón, economista y diputado de Izquierda Unida – Unidad Popular con tan solo 31 años, aseguró en su ‘blog’ que “desde 1978 a principios de los 90 los españoles ganaron capacidad adquisitiva”, pero que “desde entonces y hasta el inicio de la crisis lo que ha ocurrido es un estancamiento de dicha capacidad”.
“El panorama actual lo forman individuos sobre-formados, con idiomas, cerca o entrados ya en la treintena, sin experiencia laboral y con más bien pocas posibilidades de encontrar alguna”.
Tras cuatro o cinco años de universidad, todo a lo que aspira un joven es a becas sin remunerar o a prácticas que no dan ni para pagar el abono-transporte, lo que los sociólogos han analizado como un cambio importante en el comportamiento de las nuevas generaciones: la etapa juvenil se prolonga. Las pocas posibilidades laborales obligan a nuestros jóvenes a continuar bajo el techo parental y, sin más remedio, continuar formándose. ¿Resultado? Individuos sobre-formados, con idiomas, cerca o entrados ya en la treintena, sin experiencia laboral y con más bien pocas posibilidades de encontrar alguna.
Por su parte, Rubén Urosa, Director General del Instituto de la Juventud (INJUVE) del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, en declaraciones oficiales, ha sacado la cara por los treintañeros, asegurando que, a pesar de tener grandes retos por delante, como la emancipación, el empleo y a vivienda, “muestran una mayor tendencia a la solidaridad y están más implicados en la igualdad de género, en la lucha contra el hambre o en el medio ambiente”.
Más información
Carmen Matas Gallardo
Deja un comentario