Mundo Yold. Dos siglos de la sinfonía de las sinfonías 

La Novena: la sinfonía de la alegría cumple 200 años

 

 

Redacción Yold
6 mayo, 2024

Hoy se impone una forma maravillosa de comenzar el día: escuchando una de las composiciones más gloriosas y universales de la historia de la música: la Novena Sinfonía de Beethoven. Y es que el 7 de mayo de hace 200 años se estrenó esta maravilla en el mítico Teatro Imperial de Viena.

Te sugerimos que no sigas leyendo sin pinchar antes en este enlace de la grabación de la Novena, a cargo del maravilloso músico y director, Jordi Savall, desde el Centro de Conferencias de Bonn, ciudad natal de Beethoven:

La famosísima introducción, majestuosamente sombría, ya nos coloca en un lugar excepcionalmente emocional, el de la tragedia existencial del ser humano y el impulso desatado de rebelión, típico del Romanticismo.

La Novena es una composición extraordinaria desde todo punto: su duración, su estructura, su pasión irrefrenable, su maravilloso comienzo.

El estreno de la Novena es, sin duda, uno de los grandes hitos de la historia de la música universal.

Interior del Teatro Imperial de Viena en la actualidad

Aquel 7 de mayo de 1824, la expectación era máxima en el Teatro Imperial de Viena. El compositor llevaba doce años retirado y los melómanos europeos ansiaban volver a sentir la fuerza colosal de sus obras. En el teatro no cabía un alfiler. Entre los numerosos músicos y personalidades se encontraban Franz Schubert y el canciller austríaco Klemens von Metternich. Toda Viena sabía que Beethoven llevaba muchos años completamente sordo, y era una incógnita cómo podía haber compuesto toda una sinfonía en esas condiciones. Lo que no se sabía entonces y hoy en día está clarísimo es que, desde los 44 años, cuando el genio perdió la audición, logró una interiorización tal de la música, que no necesitaba oírla desde la percepción auditiva. Beethoven consiguió algo insólito en la cognición humana, algo propio solo de talentos excepcionales: la música era para él una experiencia absolutamente interna y no por ello menos potente.

Los afortunados presentes aquella noche escucharon toda la obra con la más absorta atención y prorrumpieron en entusiastas aplausos en diferentes momentos. Todo el aforo en pie aclamó al compositor nada menos que cinco veces: hubo pañuelos en el aire, sombreros y manos levantadas, aplausos, gritos… Beethoven, desde el escenario, de espaldas al público, no podía ver su respuesta, y tuvo que ser advertido del estallido de aplausos y la conmoción general.

Toda Viena sabía que Beethoven llevaba muchos años completamente sordo, y era una incógnita cómo podía haber compuesto toda una sinfonía en esas condiciones.

Los textos que se conservan sobre el estreno hablan de un Beethoven enfrascado en su partitura; en su mundo de silencio, el genio no había advertido su éxito clamoroso. Cuenta la leyenda que una de las cantantes, Carolina Unger, se acercó al genio y le hizo darse la vuelta de cara a la platea, para que pudiera ver y sentir cómo el teatro entero se caía y le aclamaba en una ovación cerrada, tan desenfrenada y entusiasta como la propia Novena.

Fotograma de la película Copying Beethoven, en el momento que recrea el estreno de la Novena

El coro, el momento culmen
En la Novena hay varios momentos rompedores con las sinfonías clásicas. Por ejemplo, jamás, nunca, nadie había introducido un coro en una sinfonía. Era algo insólito y transgresor.

Para Beethoven, la música era una experiencia absolutamente interna y no por ello menos potente.

Estar presente en el momento en el que el inmenso torrente de voces de la coral comenzó cantando el Himno de la Alegría debió ser algo verdaderamente único, sorprendente, conmovedor hasta los tuétanos. Eso por no hablar de su mensaje de concordia que, expresado con la fuerza vital arrasadora de la melodía, adquiría una potencia revolucionaria, contagiosa, suprema.

La partitura original

En el momento de componer la Novena, Beethoven es un hombre nuevo, que ha pasado por una larga crisis, plena de dolor físico y psíquico. En 1824, el músico ha logrado aceptar su sordera y traslada su paz interior a las bellas notas de una composición que ensalza a la humanidad entera, a la alegría de estar vivo y compartir la tierra con otros seres, a la solidaridad entre los hombres, su necesaria armonía y compasión.

Precioso grabado del exterior del Teatro Imperial

Beethoven compone la Novena entre 1818 y 1824, años en los que el músico aprende a proyectarse hacia el prójimo, escribiendo esta sinfonía para el mundo con el mensaje de la alegría que es natural en el hombre libre. Para muchos, la metáfora de la alegría encubre el verdadero mensaje de la sinfonía: el ensalzamiento de la libertad. Los años pasados habían sido enormemente convulsos en Europa, la Revolución Francesa había supuesto un punto de giro contra el poder establecido.

El joven músico, ferviente admirador de la poesía de Schiller

La estimación de la libertad y la concordia entre los hombres llevaba muy presente en el fuero interno del músico desde hacía mucho tiempo, cuando con tan solo 22 años, leyó el poema de Friedrich Schiller, Oda a la Alegría, escrito cuatro años antes del inicio de la Revolución Francesa, en 1789. La exaltación de la libertad y el fin de las monarquías absolutistas está en la base de la Novena, como lo estaba en el poema del que partió para musicalizarlo y crear así el famoso Himno a la Alegría, tal como lo conocemos hoy en día. Un mensaje, sin duda, político y revolucionario.

Coro dirigido por Dudamel interpretando el Himno de la Alegría

Este fue uno de los momentos en los que el teatro entero estalló en lágrimas, pañuelos, aplausos; todo el mundo en pie enloquecido. Es, sin duda, el punto culminante de la obra: el coro cantando a pleno pulmón, en un fortísimo de todas las voces a una, casi gritando, elevando el alma encogida de los espectadores a lo más alto y más arriba aún.

La Novena es el Himno de Europa desde que así lo decidiera, en 1985, el Consejo de Europa, y más tarde la Unión Europea.​ En 2001, el manuscrito original de la partitura se inscribió en el Registro de la Memoria del Mundo de la Unesco, como herencia espiritual de la humanidad, convirtiéndose en la primera partitura musical así designada.

Instalación con 700 figuras del músico

Al finalizar la sinfonía, con la ovación de fondo, Beethoven se giró y saludó al público. Fue la última vez, nunca más volvió a estrenar una obra. Cerró así su carrera con este inmenso regalo a la humanidad que, doscientos años después, nos sigue conmoviendo e interpelando para alcanzar, de una vez, la tan necesaria, a día de hoy también, concordia entre los hombres. Tres años después, en 1857, moría sin poder terminar su décima sinfonía.

 

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