Gente Yold. Escritora, poetisa, dramaturga, defendió la cultura y el feminismo

María Elena Walsh, la mujer que revolucionó la canción infantil

Carmen Matas
6 septiembre, 2024

María Elena Walsh fue una de las poetisas más importantes de las letras hispanas. Nacida en Argentina en 1930, deslumbró y se codeó con las grandes figuras literarias del siglo XX. Autora de una vasta obra, sus canciones infantiles la hicieron famosa en todo el mundo, mientras que sus temas de alto compromiso social encontraron un lugar en los repertorios de artistas consagrados, como Mercedes Sosa. En los últimos meses, una de sus composiciones, “Perro Salchicha, gordo bachicha, toma solcito a la orilla del mar. Tiene sombrero de marinero y en vez de traje se puso collar…” se viralizó en las redes sociales, renovando el recuerdo de su entrañable figura como compositora infantil. Hoy queremos recordarla en esa y en otras facetas de su creatividad y ofrecer un repaso sobre su interesante vida.

Sin tener ninguna noción de música, fue capaz de componer melodías maravillosas y de convertir sus temas en auténticos himnos de lucha. Su genio y su extraordinaria sensibilidad dejó boquiabiertos, ya en su adolescencia, a personalidades del más alto escalafón de la literatura, como Pablo Neruda, Jorge Luis Borges o Juan Ramón Jiménez. Escritora, poetisa, dramaturga, compositora, cantante, María Elena Walsh fue, en esencia, una mujer brillante y valiente; para vivir en libertad, defender derechos y valores, explorar oficios, despertar conciencias, amar con naturalidad.

 

No te vayas, te lo pido, de esta casa nuestra donde hemos vivido (Barco Quieto)

Una amplia casa del barrio metropolitano bonaerense de Ramos Mejía, con patios que albergaban gallinas, gatos, perros, canarios y tortugas fue el hogar que acunó la infancia de la escritora. Un espacio rodeado de rosales, limoneros, naranjos, higueras, jacarandás. Un universo de juegos y de diversión; allí nació en febrero de 1930, María Elena Walsh. Fue la última de seis hermanos; los cuatro mayores, hijos del primer matrimonio de su padre, Enrique Walsh, un empleado ferroviario descendiente de irlandeses, que tocaba el piano, la mandolina y el chelo, y le leía poemas en inglés a María Elena. Su hermana mayor y ella, eran el producto de unas segundas nupcias con Lucía Elena Monsalvo, hija de andaluza a la que le fascinaba cantar y escuchar las óperas que se retransmitían desde el Teatro Colón.

Aquel gran caserón de clase media, que lindaba con un manicomio (La Chapelle), les permitía a las pequeñas escuchar el ir y venir de los internos y encontrar entre las plantas regalitos que les tiraban desde el otro lado del muro: muñecos de papel, cajitas de cerillas pintadas, higos envueltos en telas, recordaba de adulta María Elena… Y en aquella casa tan llena de vida y sorpresas, creció la escritora, gozando de una niñez en libertad que daría sus frutos en cuentos y poesías de creación muy temprana. El mundo que describió en su libro, Chaucha y palito.

Probablemente esa infancia tan plena moldeó ese espíritu sensible que plasmó en todas sus composiciones musicales y literarias, protagonizadas tan a menudo por animales y plantas. Recordemos La vaca estudiosa, El twist del mono liso, Manuelita la tortuga, La pájara pinta, La familia Polillal… o Canción del jacarandá, canción del jardinero… muchas de ellas conocidas en España a través de Rosa León, protagonista del programa Cuentopos de TVE, en los 70.

El mundo de las letras, para María Elena Walsh, iba mucho más allá de un profundo amor a la lectura. Por eso con tan solo 14 años publicó sus primeros poemas. Lo hizo en la revista Sur, que dirigía la escritora Victoria Ocampo, y en los Anales de Buenos Aires, de Jorge Luis Borges. Para ninguno de ellos la jovencísima poetisa pasó desapercibida.

Inesperadamente, su universo feliz se derrumbó cuando su padre falleció, y arrastró con su muerte a la familia a la pobreza. Y en ese mismo instante surgió la María Elena Walsh guerrera, segura y confiada en su valía. Y siendo una adolescente de 17 años, empezó a publicar para ganar dinero, en la entonces muy prestigiosa revista, El Hogar. Una publicación de corte literario que evolucionó en semanario de temas sociales y políticos, en la que escribían literatos de la talla de Manuel Mujica Láinez, Horacio Quiroga o Roberto Arlt. De mayor, cuando la entrevistaban, María Elena Walsh minimizaba aquella proeza adolescente y se limitaba a ironizar sobre el sorprendente hecho de que le pagaran por sus poemas.

No tardó en asombrar y maravillar a auténticos gigantes de la literatura universal, que supieron ver en esas primeras letras el despertar de una pluma encantada

Pero lo cierto es que no tardó en asombrar y maravillar a auténticos gigantes de la literatura universal, que supieron ver en esas primeras letras el despertar de una pluma encantada.

 

María Elena junto a Pablo Neruda

Nadie supo bien por qué, a París ella se fue (Manuelita, la tortuga)

Con solo 17 años, María Elena Walsh da muestras de su fuerte personalidad y autoconfianza, y se atreve a publicar una compilación de sus poemas, empeñando en ello todos sus ahorros. Otoño imperdonable, impacta de inmediato a personalidades consagradas de la literatura, como Jorge Luis Borges, o Pablo Neruda por la calidad de la obra. Paradójicamente, el libro queda segundo en un certamen municipal de poesía, porque el jurado no estima conveniente otorgarle el primer premio a alguien tan joven.

Con Juan Ramón Jiménez

Pero lo que todos aprecian de inmediato es que su obra no era la de una adolescente, si no la de una poeta madura, con un dominio del lenguaje y las metáforas inaudito para su edad. Juan Ramón Jiménez, de visita en Buenos Aires, lo percibió en cuanto la leyó, y la invitó a hospedarse en su casa de Maryland en los Estados Unidos, para ayudarla a mejorar su escritura. Una experiencia útil, en lo profesional, pero que no le dejó una grata huella, en lo personal. La escritora recordaría aquella etapa junto al autor de Platero y yo, como un tiempo en el que se sintió invisible, insignificante, exigida y censurada por un hombre sin capacidad de diálogo.

Lo que todos aprecian de inmediato es que su obra no era la de una adolescente, si no la de una poeta madura, con un dominio del lenguaje y las metáforas inaudito para su edad

De regreso en la Argentina, y a pesar de estar ya entre las figuras más prometedoras de la intelectualidad del país, María Elena Walsh empezó a sentir el peso y rechazo a su sexualidad. Esta circunstancia, y unas cuantas decepciones ocasionadas por más de una envidia y traición del mundo literario la decidieron, con 21 años, a unirse a la cantante Leda Valladares, e irse con ella a cantar folclore argentino, a París.

En la Ciudad de la Luz trabó amistad con personalidades de la cultura como la cantante Violeta Parra, o el escritor Julio Cortázar. Y en esta ciudad, descubrió su pasión por la literatura infantil. Nacía, con la composición de su inolvidable Manuelita, la creadora de cuentos, poesías y canciones infantiles que iba a cambiar para siempre la concepción de la literatura infantil.

Con Julio Cortázar

De retorno a Buenos Aires empieza a componer y cantar para los más pequeños. Sus discos alcanzan un éxito sin precedente. Se convierten en obras de teatro con presencia de artistas de renombre en cartel. Además, escribe guiones para programas infantiles de televisión, y gana importantes premios. Se atreve a crear un género similar al cabaret, para niños; un tipo de varieté infantil que revoluciona el universo del espectáculo y la música para niños. Nuevamente junto a Leda Valladares, graba el famoso álbum Canciones para mirar, donde aparecen las que siguen siendo sus canciones más recordadas: El Reino del Revés, La Vaca Estudiosa, La Pájara Pinta, La Mona Jacinta y Canciones para Vestirse.

Comprometida de lleno con el mundo de la educación infantil, colabora y lleva a cabo estudios sobre el tema, con destacados psicólogos y pediatras. También participa en un congreso de la Organización Mundial de Educación Preescolar (OMEP), para defender la importancia de jugar con la poesía para estimular la imaginación en la primera infancia.

Luces de varieté

Aquí yace una pobre mujer que se murió de cansada (Réquiem de Madre)

Si tuvo una actitud responsable y comprometida con el mundo infantil, no la tuvo menos con los derechos y libertades de los adultos. Y en especial, con los de las mujeres. Porque, aunque injustamente hoy en día las activistas mencionen poco su nombre, María Elena Walsh fue una mujer independiente, valiente, empoderada, que no escondió su sexualidad ni se doblegó ante ningún poder. Una intelectual que abogó abiertamente por una Ley del Aborto, y no temió significarse públicamente como feminista, aunque lo hiciera a través de reflexiones categóricas y contundentes sobre la condición femenina, en lugar de con etiquetas.

No temió significarse públicamente como feminista, aunque lo hiciera a través de reflexiones categóricas y contundentes sobre la condición femenina, en lugar de con etiquetas

Las feministas no tenemos odio, tenemos bronca. El odio es cosa de hombres. Estamos hartas de odio, aunque venga empaquetado en sublimaciones y piropos. No hemos declarado la guerra, sino que señalamos que existe y tiene los años de nuestra civilización” escribió en 1973.

Admiradora declarada de Virginia Woolf, Doris Lessing y de Victoria Ocampo, de quien se convirtió en gran amiga, plasmó su compromiso con la igualdad y los derechos de las mujeres, en artículos y canciones. Fue fundadora de la Unión Feminista Argentina y del Movimiento de Liberación Feminista. En los 80 publicó en la Revista Humor, Sepa por qué usted es un machista, que causó gran revuelo. Su genio para denunciar clichés de género con ironía y sarcasmo, eran su sello de marca.

Y más que revuelo, lo que desataron otras de sus composiciones fue prohibición y censura. Porque la creadora de tiernos, dulces y mágicos mundos infantiles, fue también la autora de canciones de alto contenido social que la convirtieron en referente de la canción protesta latinoamericana. Como La Cigarra se convirtió en un himno de lucha y resistencia. “Tantas veces me borraron, tantas desaparecí, a mi propio entierro fui, sola y llorando…” cobró nueva dimensión y sentido durante la brutal dictadura cívico-militar, años de desapariciones de personas en la Argentina.

Todo su repertorio, infantil y adulto, ha sido interpretado por las mejores y más queridas voces de Hispanoamérica. Basta recordar el álbum Cantamos a María Elena Walsh, que en 1997 reunió para interpretar temas tan emblemáticos como Barco Quieto, Serenata para la tierra de uno, Réquiem de Madre o Chacarera de los gatos, entre otras, a artistas de la popularidad de José Luis Perales, Ana Belén, Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel, León Gieco, Palito Ortega, Víctor Heredia y Juan Carlos Baglietto, entre otros.

María Elena y Joan Manuel Serrat

Valen más dos temores que una esperanza (Canción de caminantes)

Reconocemos la fuerza de una personalidad, cuando ésta no precisa del reconocimiento ni la aceptación de los demás. María Elena Walsh no pidió permiso ni disculpas por pensar, crear, sentir ni amar, en libertad. La genial fotógrafa retratista, Sara Facio, fue su última pareja. Aunque por exigencias del guion, siempre se refirieron una a la otra, como “mi amiga”. No hubo más concesiones. De este amor cotidiano y auténtico, habló la escritora en su libro autobiográfico Fantasmas en el parque. María Elena y Sara se habían conocido fugazmente en 1955 en Europa, pero no fue hasta su reencuentro en Buenos Aires diez años después, por motivos profesionales, cuando surgió el amor en plenitud.

Maria Elena y Sara Facio

Durante más de treinta años, se quisieron, se acompañaron, se admiraron, se respetaron. Sara Facio impulsó la Fundación María Elena Walsh, renombrada tras la reciente muerte de la fotógrafa, el pasado mes de junio, como Fundación María Elena Walsh-Sara Facio.

No pidió permiso ni disculpas por pensar, crear, sentir ni amar, en libertad

María Elena Walsh fue premiada muchas veces y con muy altas distinciones. Pero me atrevo a decir que, ninguno de esos galardones puede superar en valor, la huella y el recuerdo imborrable que sus creaciones y su figura ha dejado en quienes crecimos con sus poesías y canciones, y entonamos sus himnos de resistencia defendiendo la libertad.

 

 

 

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