Yoldilancia. Recordando nuestros primeros vehículos
Aquellos Rocinantes de nuestra juventud
A veces es más fácil encontrarte por la ciudad con tu primera novia que con el modelo del coche que tuviste en tu juventud. Los maduritos de sesenta y tantos nos emocionamos aún con las aventuras que vivimos en nuestros queridos Renault, Gordini o Seat 850. Los que vinieron después tal vez estrenaron un mítico 600 o puede que un Simca 1000. En cualquiera de los casos, todos ocuparon, alguna vez, un importante espacio en nuestro corazón.
Nuestro primer coche fue como nuestra primera novia, o nuestra primera bici. Lo mimabas, lo acariciabas y hasta lo aparcabas frente a la ventana de tu dormitorio para mirarlo antes de acostarte. Los yold sesentones, entonces veinteañeros, comenzamos nuestra vida automovilística con un Gordini, o incluso un Ondine, que era la versión más lujosa del Renault Dauphine.
Entrabas a trabajar en una oficina y, si tu jefe no se había matado aún con el Gordini -lo llamaban el coche de las viudas-, te lo ofrecía a buen precio porque él iba a comprarse un Seat 124. Como entonces no había ERE`s era una buena forma de reducir plantilla, puesto que estabas a punto de irte a la mili y debías abandonar el trabajo durante 14 ó 15 meses.
Tenía aquel coche un esquema mecánico extraño. Toda la mecánica atrás, motor, transmisión… Ello provocaba un comportamiento impreciso y de temeridad, pues si acelerabas en una curva, la dirección perdía agarre por la falta de peso en el eje delantero. Los españoles, ingeniosos que hemos sido siempre, solíamos poner un saco de arena para compensar. A mí me lo vendió mi jefe así, con el saco y todo: “Señor Caballero, como este trasto tiene el motor atrás, el saco de arena neutraliza la inercia que lo manda en las curvas hacia afuera, con ello se modifica la suspensión de ruedas, etc.”, me dijo, y parece que funcionó. Gracias al saco de áridos puedo escribirles esta crónica.
Por entonces, la incipiente clase media del desarrollismo se compraba un Seat 600 de fabricación española, en la SEAT de Barcelona, la empresa modelo del régimen; pero ese modelo lo asociábamos los jóvenes al típico coche de mayores, domingueros y novatos. Nosotros entramos de lleno en la conducción con el Seat 850 y el 124. Con el 850 subíamos a Navacerrada y había que parar varias veces porque se calentaba. Era el problema de aquellos coches que llevaban el motor atrás, que no se refrigeraban bien.
Otro clásico fue el Simca 1000, uno de los modelos favoritos para los españoles durante décadas: desde los sesenta, hasta los mismos ochenta. De hecho fue objeto hasta de una canción “Qué difícil es hacer el amor en un Simca 1000”, de Los Inhumanos. Era un buga de cuatro puertas, con un volante enorme.
En los setenta, el rey fue el 124, un coche amplio con una línea más señorial al que empezaron a tener acceso los jefes de grado medio. Con más precaución y echándole el mismo morro que ahora le echan nuestros hijos, les cogíamos el 124 a papá y metíamos dentro a la mitad de las chicas que iban al guateque.
Pero, así como el Mini nació para ser siempre elegante, el Seat 124 cambió de personalidad con el tiempo: años más tarde, aquel coche señorial pasó a ser el emblema de las pelis de raterillos de los ochenta. Se robaba bien, se abría fácil, como fácil era escapar de la policía, en fin: le llegó la decadencia.
Los más afortunados ya tenían acceso al Simca 1200 y al Mini-1000. ¡Cuántos yold hemos suspirado por un Mini! Si pudiéramos darle a la máquina del tiempo para atrás, ¡quien no se metería en un Mini-1000 verde con parachoque niquelado, llantas de acero y una teenager al lado!..
Tampoco podemos olvidarnos del Fiat 131, un italiano de gran éxito en Europa, que en España llegó bajo el paraguas de la Seat. Estuvo en producción entre 1875 y 1982, con gran éxito en general. Como coche pequeño, accesible, de ciudad, muchos tuvimos el privilegio de empezar a conducir en uno de ellos.
Ya metidos en los años ochenta, y conviviendo con los modelos que aún seguían rodando por nuestras carreteras, el Peugeot 205 se convirtió en el rey. Durante su vida comercial, entre 1983 y 1998, se fabricaron más de cinco millones de unidades.
Con su éxito se inició también la motorización masiva de los españoles, dando pie a la costumbre de que en cada casa hubiera más de un vehículo, a la entrada de nuevos modelos, a la moderna automoción, en suma. En 1985, el 205 recibió el premio al Coche del Año en España, superando a otros dos clásicos de nuestra época, como eran el Seat Ibiza y el Renault 11, con los que muchos conductores nóveles se estrenaron por las carreteras de España.
Y, aunque nos dejamos algunos coches inolvidables en el tintero, no podemos olvidar aquellos amigos privilegiados que pudieron conducir, ya a primeros de los años ochenta, un VW Golf: una genial combinación de elegancia y solvencia técnica que nos hacía tenerles algo de envidia. ¿O no?
No dejes de contarnos tu historia con tus primeros coches.
Alonso C. Caballero
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