PALABRA DE YOLD. Hoy es mañana, por Alonso C. Caballero

“Ayer” es solo un adverbio de tiempo

No es verdad que cualquier tiempo pasado fue mejor, aunque los primeros vistazos al retrovisor del pasado parecen llevarnos a esa conclusión. Harold McMillan, un político inglés intelectual y culto, dijo: “Deberíamos utilizar el pasado como trampolín y no como sofá”.

Si el presente es jodido y el futuro se vislumbra negro, lo más cómodo es instalarse en la única certeza que tenemos: la nostalgia de un pasado en el que una vez fuimos felices. Pero ojo, esto puede ser una trampa. Aquel que fuimos ya no lo somos y eso nos puede hipotecar el presente o el futuro. Nostalgia sí, pero sin pasarse; sólo como un alto en el camino para descansar y seguir.

Afortunadamente hemos sido una generación de oportunidades. Después del invierno malo de nuestros mayores, con una posguerra dura y de mucho sacrificio, llegamos al mundo nosotros, en esa primavera del despertar que fueron los años cincuenta y sesenta. Estudiamos, nos labramos un porvenir, nos instalamos en una sociedad nueva y dinámica y, cuando parecía que nos correspondería una madurez dorada, llegó el infierno de la derrota. ¿De quién es la culpa? ¿De la crisis económica? ¿Nuestra, porque no hemos sabido montárnoslo? ¿O tal vez del Establishment -como se decía antes-, que nos ha engañado?

El hecho es que a muchos nos ha cogido este mal aire de tiempos de transición hacia nuevas tecnologías, hacia un mundo cada vez más estresante y, en algunos casos, creando una segunda familia tras una separación; todo ello, a veces nos lleva a desear volver a la Arcadia feliz de la nostalgia. Pero esto podría ser un error, porque cuanta más energía dedicamos al pasado, menos tendremos para el presente y el futuro.

La nostalgia es un don muy preciado porque, con ella, creemos poseer incluso la felicidad que no tuvimos; si nos ayuda a contrarrestar una circunstancia puntual de soledad o ansiedad, estará bien, pero hay que salir pronto del bucle. Harold McMillan, un político inglés intelectual y culto, dijo: “Deberíamos utilizar el pasado como trampolín y no como sofá”.

Otra autoridad en la materia, el profesor griego de psicología Constantine Sedikides afirma que, aunque el recurso a la nostalgia es una respuesta a la llegada de algún problema, suele dar buen resultado porque uno se carga de autoestima y se vuelve más generoso. Sin embargo, si uno siempre piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor, tenemos un problema existencial. No existe armonía entre lo vivido y el ahora y el aquí. La nostalgia entonces deviene en una armadura contra lo real. Una obsesión del regreso, dice Sedikides.

Es verdad que hay una creciente inclinación por la nostalgia, y que se está creando toda una industria en torno a ello; seguramente es por ese miedo que tenemos al futuro. Pero la vida es lucha y se hace camino al andar. Solo los peces muertos nadan a favor de la corriente ¡Ánimo yold, demos otro arreón a la vida!

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