GENTE YOLD. Entrevista con José Ramón da Cruz, videoartista y cineasta de vanguardia
“Vivimos en un banner continuo”
Con solo 17 años, fue el creador del equipo de cine experimental Grupo TAU, considerado uno de los representantes del cine de vanguardia de aquella época; sin embargo, su visión sigue siendo muy diferenciada: “La movida oficial no nos representaba”, nos dice en esta entrevista para Gente Yold.
Personaje: José Ramón da Cruz
Profesión: cineasta
Edad: Yold
Resulta complicado resumir el trabajo de José Ramón da Cruz: cineasta, documentalista y videoartista. Nacido en Tánger y madrileño de adopción, llega a Madrid en el año 68. Introduce, a comienzos de los 80, una nueva forma de hacer video en España.
Destacan de esa época sus cortos “Crítica de Hegel”, “El suicidio del Arcángel San Gabriel” y “El Hijoputa”; largometrajes como “Púbol”, “Los que quisieron matar a Franco”, “Xtrámboli”, “Mapa emocional de Tánger”, “El Cantante Mosquito”, etc. y documentales tan conocidos como “¡Que vienen los Beatles!, España 1965”, “Anabel, el largo secuestro”, “Las huellas del GAL”, “Sólo para mujeres”, “Tetas, un valor en alza”; y la serie documental Futuro (“Universo”, “Tierra”, “Vida”, “Límites”, “Medicina”, “Humano”, “Microcosmos”, “Energía” y “Alimentos”).
Sus trabajos han sido premiados en el Festival de Cine de Alcalá (1983); Festival de Video de Madrid (1984 y 1986); la Bienal de Video de Barcelona y el Festival of Audiovisual Programmes (FIPA) 96 y 98 de Biarritz. En los años 90 nuestro yoldie abandona su etapa de video artista, y se dedica a la publicidad y televisión. Su obra es indiscutible, ahora queremos conocer algo más de nuestro yoldie.
Fely: Viviste hasta los 8 años en Tánger. Hace un par de años tuve la suerte de acudir a la proyección del largometraje “Tangernación”. Obviamente tu infancia en Marruecos ha influido en tu trabajo posterior, aunque nacido 5 años después de la independencia. ¿Cuáles son tus recuerdos más nítidos de esos años?
José Ramón: Son atmósferas. Una mezcla de fotografía vieja, sueños y pesadillas fascinantes… Y sobre todo colores, olores y miradas muy intensas. Con el tiempo tengo la sensación de haber vivido esa infancia como una película rara, basada siempre en una observación muy existencial y donde lo estético tenía una dimensión poética, pero muy rara.
F: ¿Qué piensas sobre el problema de los refugiados?
JR: Es un problema humano, en su totalidad, en su absoluto. No hay nada por encima de esos dramas, no hay pensamiento ni moral posible, y desde luego no hay razones.
F: Parece ser que fuiste un niño prodigio, a los 10 años ya escribías breves relatos de terror, con gran éxito entre tus propios compañeros, ocupándote incluso de organizar premios en el colegio Conde de Romanones, que siempre ganabas. ¿Qué te llevó a empezar a escribir?
JR: Los ganaba, pero también los organizaba yo (ja, ja) aunque no creo que los manipulara. Los demás escribían muy mal. Pero lo realmente interesante es que eran festivales clandestinos. Los hacíamos ocultándonos de los profesores porque no nos lo hubieran permitido. Teníamos entre nueve y diez años. Otra vez hicimos una revista de información general -Temas-, en la hablábamos de todo, y que escribía yo a mano. El profesor de Historia nos la requisó y la rompió en mil pedazos. Era 5º ó 6º de E.G.B.
F: Con solo 17 años creas el equipo de cine experimental Grupo TAU, considerado uno de los representantes del cine de vanguardia. En medio de la vorágine artística que se desarrolló en torno a la “movida madrileña”, TAU albergó tendencias radicales y de “suicid-art”. Proyectabas en lugares tan representativos como Rock-Ola, el Café Alphaville, etc. ¿Echas de menos esa etapa? ¿Tienes algún recuerdo especial de esos años que nos quieras contar?
JR: No hay nostalgia, aunque era muy divertido, como supongo que lo es la época de adolescencia de cualquiera. Lo del Café Alphaville me duele más, porque en eso no ha habido un relevo claro. Está internet, que lo tiene todo, pero el cine tal y como yo lo entiendo en su absoluta inmensidad está muy perdido, en rincones casi inaccesibles y con todo el mainstream encima.
F: Tú último trabajo “Geometría del esplendor”, sobre el grupo de música industrial formado en los 80 “Esplendor geométrico”, refleja una clara influencia de la Movida. ¿Cómo influye en tu obra?
JR: Yo no estuve en una primerísima línea de la Movida, nos resultaba un poco estomagante. Lo cuentan muy bien en el documental Karín Ohlenlager y otros. Había un movimiento subterráneo muy rico y diverso, que no era nada pegamoide y que no salía en La Edad de Oro. Esa movida oficial no nos representaba y queda poquito, y sí que lo hacía esa especie de impostura posmoderna, el atreverte a trabajar desde el desconocimiento y desde la euforia; la creación de canales de comunicación; el principio de la tecnología doméstica; la colaboración y la solidaridad creativa; la independencia real…
“Los políticos son simples gestores, gestores comprometidos con intereses superiores y megacorporativos de los que son empleados”.
F: En una entrevista concedida a El País en los años 90 comentas que te afiliaste a la CNT, y te decepcionó que sólo te enviaran a pegar carteles. ¿Qué opinas de la actualidad española? ¿Qué opinión te merecen nuestros políticos?
JR: Creo que vivimos la postpolítica. Con la caída del muro desapareció la ideología, que de alguna forma arranca con la revolución francesa. Son 200 años en los que se debatían las ideas, el progreso, y en los que se asentaron los derechos civiles, humanos… Años en los que lo humano avanza hasta casi arrollarse a sí mismo. Todo eso se frena con la caída del muro y el 11-S. Ahora los políticos son simples gestores, gestores comprometidos con intereses superiores y megacorporativos de los que son empleados, incluso. Los políticos son gestores menores, los ministros son como muppets… Y el motor, en lugar de la ideología, es una fusión muy cínica entre religiones e intereses económicos. El momento político es de lo menos interesante que historiográficamente pudiéramos contar, otra pequeña edad media. O un impasse de algo que vendrá.
“La publicidad es de una enorme agresividad, para mí lleva mucho tiempo dentro de la pura delincuencia. Y además es fea, muy fea”.
F: La publicidad es uno de los sectores que más ha sufrido la crisis. ¿Te ha afectado especialmente? (si es sí, explica cómo consigues sortearla).
JR: A mi empresa la crisis le ha afectado tarde, pero de forma rotunda. Desde la subida del IVA, ya sabíamos que esto iba a ser así. Tiene que ver más con la cultura de comunicación de las empresas, que es bastante floja. España es un país financieramente raro. La corrupción no es una cosa nueva, está en el espíritu empresarial clásico español, y en la cultura, generalizando claro. Lo da, probablemente, una moral triturada donde confluyen muchos de estos males. Hablando de cultura, el jarronismo, el poner a la mujer del ministro en la beneficencia y la cultura, la cultura como maría administrativa, a la altura de la caridad. Esto todavía colea y las empresas -incluso las mayores- confunden comunicación y cultura. La guerra civil fue una guerra cultural entre tiempos muy distintos y la posguerra una afirmación de la degradación cultural; cultural como conjunto de métodos morales de trabajo.
Fotograma de Geometría del Esplendor
F: ¿Qué opinas de la situación económica actual?
JR: Es un ciclo malo, mucho más malo de lo que se podía suponer. Sorprende que eso sea así metido en un club que supuestamente era estable, como es la Unión Europea, pero que al final ha resultado ser nada. Es una crisis muy hipócrita en la que los núcleos tribales básicos, las familias, son los únicos que han funcionado.
F: ¿Cómo ha evolucionado tu sector los últimos años?
JR: El mundo de la publicidad ha perdido creatividad, el del cine ha perdido diversidad en la exposición, no en la creación. Me he convertido en un enemigo absoluto de la publicidad, me espanta, me agobia, me siento mal cuando veo anuncios sin ninguna gracia repetirse una y otra vez. La publicidad como entourage es de una enorme agresividad, para mí lleva mucho tiempo dentro de la pura delincuencia. Y además es fea, muy fea. Da igual que sea televisión, gráficas… ese asalto grosero y constante en internet, los carteles en los autobuses, las ruedas de prensa con logos en el cogote… La publicidad como paisaje es como los aerogeneradores: está muy bien, pero no pueden cubrir todo el campo y borrar los paisajes. Vivimos en un banner continuo, absurdo, al que estamos dando normalidad. En lo puramente profesional, hace tiempo que los creativos perdieron su rol, y ahora se ve el ojo y la mano de los clientes/ejecutas/creativos por encima. La publicidad ya no quiere sorprender, asombrar o seducir, sino inculcar un mensaje. La multiplicación de canales ha impulsado este plan: anuncios de una creatividad patética repetidos hasta el asco y dirigidos hacia un público acrítico.
Fotograma de Geometría del Esplendor
F: ¿Te has adaptado sin problemas a los cambios tecnológicos?
JR: Soy de segundo escalón, me cuesta. Pero poco a poco vas encontrando la enorme ventaja de miniaturizar, portar y acelerar todos los procesos, porque de alguna forma terminan humanizándolo más. La tecnología es la grandísima gran noticia de nuestros días.
F: ¿Te ves con cierto riesgo profesional frente a los jóvenes nacidos a la par del desarrollo de las nuevas tecnologías?
JR: Son aspectos distintos. La edad da una experiencia que no sólo son los años, es la idea táctica de las cosas, a qué se debe temer y qué no; da un sentido de lo existencial que de joven -digital o analógico- no se suele tener. Los jóvenes digitales son miedosos y lo que es peor, han perdido en general “pensamiento”. Lo veo, hay una generación intermedia absolutamente hipnotizada por la tecnología y la relación de ésta con los media, pero desde una mirada mercantil y displicente, no creativa. Es una etapa de idiotización que me parece muy peligrosa, porque además es totalizante. Eso se ve en el mainstream, nunca fue tan malo, nunca fue tan absurdamente dependiente de las tendencias hegemónicas, y nunca estuvo tan alejado del acceso a la diversidad, aunque exista y sea mayor que nunca.
F: El País titulaba una entrevista tuya “De cartero punk a realizador de videos”. ¿Mantienes ese espíritu punk de tu juventud?
JR: Sin querer, probablemente. Casi toda mi generación está tocada por aquello. No podría definir con exactitud qué es ser punk, salvo la rebeldía necesaria y muy original, al principio.
F: Casado y con tres hijos adolescentes. ¿Has podido compaginar adecuadamente la actividad profesional con tu vida personal?
JR: Totalmente. Cualquier cosa que no haya conseguido hacer no habrá sido por eso.
F: ¿Una canción?
JR: “Line Up” de Shrieckback; “Tiny tears” de Tinderstick; “Space Oddity” de Bowie, casi cualquiera de The Caretaker; de Coil; el “4’33’’ de Cage… y muy aconsejable: “Ultraphoon”, de Esplendor Geométrico.
F: ¿Un libro?
JR: Los que más me pueden haber influido, desde “Las olas”, de Virginia Woolf; “La casa en el confín de la Tierra”, de Hodgson; los poemas de Trakl; “El hombre aproximativo”, de Tristan Tzara; “El deshonor de los poetas”, de Benjamin Péret…
Muchas gracias José Ramón.
Fotografías de Antonio Beas para Gente Yold
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