Mundo Yold. Indagamos en nuestro interior para analizar ese juez que todos llevamos dentro

Mantén limpia tu conciencia: es el alimento de tu paz interior

 

 

Inés Almendros
4 octubre, 2019

Tenemos un mensaje para ti, que estás ayudando a ese familiar que los demás ignoran. O a ti, que sigues apoyando al amigo que lo pasa mal, y a quien todos ahora ignoran. A vosotros, los que sacrificáis vuestro tiempo, comodidad y bienestar para asumir responsabilidades de las que otros se desentienden, debéis de saber que vuestro esfuerzo no es en vano, y tiene la mejor recompensa del mundo: la de tener la conciencia tranquila.

Es posible que tú, que estás leyendo este artículo, te consideres el “tonto de la película”, porque te ocupas al cien por cien de tus hijos a los que tu ex pareja abandonó hace años. Puede que seas ese hermano o hermana que cuida mayoritariamente de tus padres ancianos, mientras el resto de la familia apenas viene ni a verlos. Lo mismo tu caso es el del político honrado que se deja la piel por el bien de los ciudadanos, pese a apenas ganar nada más que disgustos por ello. Y a sabiendas de que otros en tu lugar estarían robando los recursos públicos, con el agravante de que muchos piensan que tú harías igual. O tal vez eres uno de esos profesores abnegados que das mucho más tiempo y esfuerzo del que deberías para ayudar a algún alumno que lo necesita más, aunque nadie te lo recompensa, y algunos padres, incluso, cuestionan tu empeño.

Lo cierto es que, a la hora de asumir responsabilidades, los humanos somos totalmente desiguales: hay personas que trabajan para cuidar de perros y gatos que otros tiran como si fueran basura. Hay madres y padres que se hacen cargo de sus hijos que el otro desatiende… La vida no es justa, y no todo el mundo aporta de la misma manera para solucionar los problemas comunes. En suma, hay gente buena, responsable, que hace las cosas bien, y hay personas egoístas, incapaces de atender a sus responsabilidades. Suele darse el caso de que mientras unos se sacrifican, otros se van de rositas. Normalmente, los primeros asumen la responsabilidad de los segundos.

La conciencia es un juez implacable, un filtro mágico, que muchas veces, con el tiempo, nos pasa factura a casi todos.

Pero, aunque la vida es injusta, y unos se sacrifican mientras que otros se evaden de los problemas; aunque la mayoría de las veces no podemos hacer nada para evitarlo… hay, sin embargo, un juez que a veces es implacable ante ello. Se trata de nuestra propia conciencia: un filtro mágico, que muchas veces, con el tiempo, nos pasa factura a casi todos. Un juez implacable que todos llevamos dentro y que, en la mayoría de los seres humano, termina actuando antes o después. Porque, puedes engañar a los demás, e incluso a ti mismo, sobre cuáles son tus obligaciones. Pero es imposible engañar a tu propia conciencia: está ahí dentro, cuestionando todo lo que hacemos. El filósofo Sófocles decía que “No hay testigos tan terribles, ni acusadores tan poderosos, como la conciencia que habita dentro de nosotros”. Y, aunque es cierto que hay gente muy loca que carece de conciencia (los psicópatas, personas enfermas y asociales), la realidad es que la mayor parte de nosotros nos regimos por un código ético en el que está muy definido lo que hacemos bien y hacemos mal.

La existencia de nuestra conciencia escondida quedó muy bien reflejada en la obra de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray: la historia de un aristócrata que jamás envejecía, y cuyo rostro parecía inmaculado pese a que en su interior guardaba la culpabilidad horrorosa de las muchas acciones execrables que había cometido a lo largo de su vida. Pero en un rincón de su mansión, su retrato de juventud se iba pudriendo y su rostro iba acumulando las horrorosas marcas de su culpabilidad. Era la propia conciencia de Dorian quien, a lo largo de los años, trazaba una espantosa huella por cada una de sus fechorías.

La conciencia de cada uno es algo tan personal como los gustos y los olores. Que seas una persona concienciada o que seas un egoísta de manual depende de millones de factores:  educación, creencias, la propia psicología de cada uno, lo que haya aprendido, tu evolución personal… De hecho, muchas veces, los hijos de los mismos padres, con similar educación, reaccionan de forma muy distinta ante un mismo problema. El mundo humano se divide, de una forma casi natural, en personas egoístas y generosas.

Aunque ahora estés cansado y te sientas estúpido, a la larga, tu esfuerzo tendrá una recompensa mayor de lo que ahora parece.

Haz lo que debas hacer
Si a veces te planteas si eres un imbécil rematado porque siempre “pringas” en los problemas, mientras que los demás se “escaquean”, permítenos recordarte que no eres el único: el mundo está lleno de personas como tú. Y déjanos decirte también que, aunque ahora estés cansado y te sientas estúpido, a la larga, tu esfuerzo tendrá una recompensa mayor de lo que ahora parece. Porque, con tu sacrificio, además de hacer una buena acción, estás alimentando la paz de tu conciencia. Y con ello, estás construyendo el castillo sagrado de tu serenidad interior. Y no hay nada más importante en el mundo que sentirse en paz consigo mismo.

Por supuesto, debes reclamar, luchar y exigir que los otros también se involucren en el sacrificio de ayudar a tus padres o de cuidar de los hijos. Pero si, aunque reclames, estas personas son incapaces de dar más, no te abrumes por ello. No les des importancia; simplemente, sigue tu camino y haz lo que debes hacer.

No te preocupes por aquellos que no vienen a ayudar; que no están donde deberían de estar. Ni siquiera pienses en ellos. En lo único que debes de pensar, ante el problema que se te ha puesto por delante, es en seguir los dictados de tu conciencia, tu alma y tu ética.

Tener la conciencia tranquila es salud física, mental y belleza espiritual.

Y desde luego, no pienses que eres un imbécil, porque no solo no es cierto, sino que es justo lo contrario: tú no eres quien se equivoca por ayudar cuando tu padre o tu hijo te necesita. Los imbéciles son aquellos que no están, y ni siquiera se les espera, porque no tienen capacidad de entender nada, ni de hacer esfuerzos. Ellos sí son unos retrasados, pobres de espíritu, decadentes, egoístas e incapacitados emocionales. Da igual que estén en su casa cómodamente mientras tú estás en el hospital. La realidad es que tú tienes coraje, conciencia y corazón y ellos son una pobre gente.

La conciencia tranquila: el elixir de tu paz interior
Hay un dicho popular, universal, que dice que “con la conciencia tranquila se duerme mejor”. Pero no es solo que durmamos mejor en el presente, sino que, con la conciencia limpia dormiremos mejor toda nuestra vida. Con la conciencia tranquila, con la convicción de haber hecho lo correcto, uno tiene incluso el cutis más hidratado y el pelo más brillante. Tener la conciencia tranquila es salud física, mental y belleza espiritual.

Cuando nos guiamos por las consignas de nuestra ética establecemos una alianza espiritual con el universo; algo que las personas religiosas relacionan con sus creencias, pero que sirve igualmente para las personas no religiosas. Porque ejecutando lo que nos dicta nuestra conciencia construimos nuestra paz interior, que es la armadura de nuestro bienestar mental; y la mejor medicina para nuestra salud y felicidad.

Alimentar una conciencia sana y limpia como el agua de un arroyo es construir el castillo de nuestra propia paz interior.

Inés Almendros

Comentarios

  1. Rosamar dice:

    Es una buena reflexión…pero solo en teoría. En la práctica, tod@s quienes hemos cuidado y/o seguinos cuidando familiares dependientes -normalmente mujeres- sabemos que pasa una terrible factura física y psíquica. Porque, quien cuida al Cuidador? A veces es una “single” y aunque no lo sea, la mayoría de las veces está solo en su tarea. Está muy bien eso de tener la conciencia tranquila, aunque acabes enfermando gravemente por el sobreesfuerzo realizado durante años…o muriendo, eso sí, con la conciencia muy tranquila

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