Mundo Yold. Homenajeamos a la autora del diccionario más completo, útil y divertido del español
María Moliner: la académica sin sillón
Hoy, en el 124 aniversario de su nacimiento, queremos recordar a esta excepcional mujer, excepcional bibliotecaria y excepcional compiladora del diccionario más útil y divertido (son adjetivos de Gabriel García Márquez) de la lengua española. En el salón de su casa, en los ratos libres que le dejaban sus ocupaciones de madre, esposa y ama de casa, María Moliner concibió el Diccionario de uso del español; sin conciliación familiar alguna, pero sí imbuida del espíritu republicano que creía en el valor de la cultura como factor regenerador de la sociedad.
María Moliner nació en Paniza (Zaragoza) el 30 de marzo de 1900, hija de Enrique Moliner Sanz, médico rural, y Matilde Ruiz Lanaja, en un ambiente burgués, con comodidades y cultura, en el que los tres hijos del matrimonio (Enrique, María y Matilde) pudieron realizar estudios superiores.
Tras una breve estancia en Almazán (Soria), la familia se traslada a Madrid, donde los tres hermanos estudiarán en la Institución Libre de Enseñanza. Allí fue donde María conoció la obra de Américo Castro, y se sintió enseguida interesada por la lengua y la gramática. Comenzó el bachillerato como alumna libre en el Instituto General y Técnico Cardenal Cisneros de Madrid (entre 1910 y 1915), los terminó como alumna oficial en el Instituto General y Técnico de Zaragoza.
Tras el bachillerato comenzó la Licenciatura de Filosofía y Letras en la universidad cesaraugustana (sección de Historia), que culminó con sobresaliente y Premio Extraordinario.
1922 fue el año en el que ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Su primer destino fue el legendario Archivo de Simancas. De allí, pasó a ejercer de archivera en la Delegación de Hacienda de Murcia, donde conoce al que será su marido, Fernando Ramón y Ferrando, catedrático de Física. También en Murcia nacen sus dos hijos mayores (Enrique, médico, fallecido en octubre de 1999, y Fernando, arquitecto).
La familia se traslada a Valencia a principios de los años 30. Esta es la etapa de mayor plenitud vital para María: participa activamente en las empresas culturales que van naciendo con el espíritu aperturista de la II República; continúa con su intensa vida profesional y nacen sus dos hijos pequeños (Carmen, filóloga, y Pedro, catedrático y director de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Barcelona, fallecido en 1986).
Por ejemplo, entre su implicación en actividades culturales destaca su colaboración en la Escuela Cossío, un proyecto educativo inspirado claramente en la Institución Libre de Enseñanza. En esta escuela Moliner enseñó Literatura y Gramática.
Una profesora rodeada de niños en una de las Misiones Pedagógicas de la República, que llevaron la cultura a los pueblos más remotos de España
También se implicó con entusiasmo en las Misiones Pedagógicas de la República, particularmente en el servicio de las pequeñas bibliotecas que fueron surgiendo dentro de las misiones. «A los bibliotecarios rurales» es una pieza concebida por María, testimonio significativo de su fe en la cultura como vehículo para la regeneración de la sociedad.
Tras la guerra civil, María y su marido sufrieron la represión y depuración franquista.
Tras la guerra civil, María y su marido sufrieron la represión y depuración franquista: él perdió la cátedra y fue trasladado a Murcia, y María regresó al Archivo de Hacienda de Valencia, bajando dieciocho niveles en el escalafón.
Bajo el quinqué, con su Olivetti y sus fichas, su tenacidad y paciencia, María compiló el mejor diccionario del español
Un tiempo después, la familia se instaló en Madrid y María se incorporó a la Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid, dirigiendo su gestión hasta su jubilación en 1970.
Ese mismo año, el Ministerio de Educación y Ciencia acordó su ingreso en la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, en su categoría de Lazo.
¿Cómo nació el Diccionario de uso del español?
El célebre diccionario, un hito en la historia de la lengua española, nació a raíz de un regalo de su hijo Fernando, cuando en 1952 le trajo de París el Learner’s Dictionary of Current English, de A. S. Hornby (1948).
María era bien consciente de las deficiencias del Diccionario de la Real Academia Española y llevaba tiempo realizando anotaciones sobre vocablos. Este diccionario de Hornby le hizo concebir la idea de hacer «un pequeño diccionario… en dos añitos». Y así comenzó el proyecto que, finalmente, le ocupó más de quince años, trabajando siempre en su casa.
El académico Dámaso Alonso seguía con interés su trabajo y, como tenía contactos con la editorial Gredos, Moliner pudo firmar, en 1955, un contrato para la futura publicación.
María fue escribiendo el diccionario sobre una mesa en el salón de su casa, fuera de su horario laboral de cinco horas diarias como bibliotecaria. Utilizó fichas de papel, una pluma Mont Blanc y una máquina de escribir Olivetti. Eso y su enorme talento, paciencia y meticulosidad.
Si yo me pongo a pensar qué es mi diccionario me acomete algo de presunción: es un diccionario único en el mundo.
La magna obra que María estaba compilando contenía definiciones y sinónimos de expresiones, de frases hechas y de familias de palabras. Otra de sus genialidades fue anticiparse a la ordenación de la Ll en la L y de la Ch en la C (criterio que la RAE no compartió hasta 1994); además incluyó términos de uso ya común pero que la RAE no había admitido aún, como «cibernética».
El diccionario de la Academia es el diccionario de la autoridad. En el mío no se ha tenido demasiado en cuenta la autoridad.
En el final de su vida
Los últimos años de su vida María se dedicó a pulir y ampliar con tranquilidad su Diccionario de uso del español, que había sido publicado en dos grandes volúmenes en 1966-1967. En 1998 se publicó la segunda edición, con dos volúmenes y un CD-ROM; también una edición abreviada en un solo tomo. La tercera y última revisión se publicó en 2007, en dos tomos.
Solo unos años más tarde, en 1973 surgieron repentinamente los primeros síntomas de la enfermedad que la retiraría de la actividad intelectual, una arterioesclerosis cerebral. Su marido falleció el año siguiente y ella se trasladó a la casa donde moriría en 1981, en la calle Moguer, en el barrio Ciudad Universitaria.
Merece la pena recordar las palabras de Gabriel García Márquez sobre la hazaña lingüística de María Moliner: “María Moliner —para decirlo del modo más corto— hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana. Se llama Diccionario de uso del español, tiene dos tomos de casi 3.000 páginas en total, que pesan tres kilos, y viene a ser, en consecuencia, más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y —a mi juicio— más de dos veces mejor. María Moliner lo escribió en las horas que le dejaba libre su empleo de bibliotecaria”.
Monumento en su localidad natal
Su polémica ausencia de la academia
Dámaso Alonso, Rafael Lapesa y Pedro Laín Entralgo habían propuesto su nombre como académica, en 1972. Sin embargo, el elegido fue Emilio Alarcos Llorach.
Que no fuera filóloga, que fuera mujer y el cuestionamiento que su diccionario hacía al contenido del oficial de la RAE son algunos de los motivos que se barajaron para explicar lo inexplicable: que Moliner no fuera académica.
Sobre el tema ella dijo: “Sí, mi biografía es muy escueta en cuanto a que mi único mérito es mi diccionario. Es decir, yo no tengo ninguna obra que se pueda añadir a esa para hacer una larga lista que contribuya a acreditar mi entrada en la Academia […] Mi obra es limpiamente el diccionario. [Más adelante agregaba:] Desde luego es una cosa indicada que un filólogo [por Emilio Alarcos] entre en la Academia y yo ya me echo fuera, pero si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, diría: “¡Pero y ese hombre cómo no está en la Academia!”.
Las propuestas no prosperaron y fue otra mujer, Carmen Conde, la que ocupó el sillón.
Para su biógrafa, Inmaculada de la Fuente, las causas son estas: “Porque era una intrusa, en cierto modo. Porque estudió historia en la universidad de Zaragoza, pero había encarrilado su vida por el mundo de los archivos y bibliotecas y no estaba considerada filóloga. En aquel momento sí que influyó el que fuera mujer. Una mujer que se pone a hacer un diccionario, pero no el diccionario que inicialmente quería hacer, sino un diccionario que además cuestionaba el de la RAE. Creo que fue admirada, pero no valorada”.
Desde el 30 de julio de 2019, el salón general de lectura de la Biblioteca Nacional de España lleva su nombre.
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