Cine Yold. ¿Quién no se ha sentido seducido por la cálida y dulce voz de Carusiello?
Caruso: icono del tenor apasionado

Durante décadas, Enrico Caruso fue el tenor más famoso del mundo. Hoy en día, varios nombres archiconocidos nos vienen a la mente a todos los yolds… Pero ninguno como él para crear la figura icónica del cantante de ópera: excesivo, apasionado, hedonista. Hoy queremos escuchar de nuevo al Gran Caruso, y conocer su intensa biografía.
Caruso fue un gran exponente de la tendencia musical nacida a finales del siglo XIX, llamada verismo. El verismo fue un movimiento que surgió en la ópera a finales del siglo XIX. Los compositores que iniciaron este estilo eligieron escenarios realistas, a menudo representando las luchas y el drama de la gente común, para insuflar a las óperas de mayor realismo y verdad.
Y, desde luego, Enrico dio el cante en esta nueva tendencia pues, tanto sus características físicas –un tipo corriente, el clásico latino de baja estatura, moreno, con algo de sobrepeso- como las emocionales -apasionado y alegre, hedonista, exuberante-, por no mencionar las vocales –la potencia de su voz y su timbre casi de barítono- hicieron de él un paradigma de la expresión verista; casi la caricatura de lo que todos tenemos en mente cuando pensamos en un tenor: exaltado, fogoso, excesivo…
Caruso fue casi la caricatura de lo que todos tenemos en mente cuando pensamos en un tenor: exaltado, fogoso, excesivo…
Y hablando de caricaturas, son muy graciosas las que el propio Carusiello dibujó siendo niño, cuando iba a la escuela nocturna. Por entonces, antes de que la voz le mudara, ya cantaba en bodas y fiestas y en el coro de la iglesia de su barrio, en Napóles, donde nació el 25 de febrero de 1873. De familia humilde, el pequeño tuvo que compaginar su afición por el canto y su gusto por el dibujo con las tareas en el taller mecánico de su padre.
Una de las numerosas caricaturas dibujadas por el gran cantante
Tan atareado estaba que su carrera musical profesional no empezó hasta los 25 años, cuando estrenó con enorme éxito, en la Scala de Milán, la Fedora, de Umberto Giordano. Solo tres años más tarde, en 1901, logró cantar en el Teatro San Carlo de Nápoles, donde no gustó su voz en absoluto –nadie es profeta en su tierra-, fue abucheado y en ese momento se prometió no volver a cantar en su ciudad natal, promesa que cumplió rigurosamente.
Con Ada Giachetti, el amor de su vida que se fugó con el chófer
Su carrera artística comenzó cuando estrenó con enorme éxito, en la Scala de Milán, la Fedora, de Umberto Giordano.
A cambio cantó en los mejores escenarios de todo el mundo: San Petersburgo, Roma, Lisboa, París, Buenos Aires, Montecarlo… Particularmente con La Bohème, de Giacomo Puccini, fue ya reconocido internacionalmente. Otra legendaria actuación fue la de Rigoletto, de Verdi, en el Covent Garden de Londres:
Y su voz llegó a todos los rincones del planeta gracias a uno de los grandes avances tecnológicos de la época. Caruso fue uno de los primeros cantantes del mundo en dejar su voz registrada en un fonógrafo. La Gramaphone Company le grabó cantando en 1902 y fue un éxito apabullante; tanto, que la Rca Victor le fichó con un contrato en exclusiva y llegó a grabar más de 250 discos. Sus enormes ventas, tanto en América como Europa, le hicieron millonario y archipopular.
En uno de sus viajes a Sudamérica
Sus más de 250 discos vendidos, tanto en América como Europa, le hicieron millonario y archipopular.
Durante 17 años fue el primer tenor de la Metropolitan Opera House, de Nueva York. Eran los tiempos de la masiva inmigración italiana a la ciudad de los rascacielos, los años de Al Capone, de las fruterías y las tiendas de dolces en Brooklyn. Caruso representaba en esos momentos el inmigrante con éxito, que venía a cumplir el sueño americano y era adorado por estirados eruditos a la vez que por simples aficionados. Llegó a interpretar más de 40 óperas, casi todas italianas -como no podía ser de otra forma-, y también contribuyó a la popularidad de la llamada canción napolitana, género muy querido en su tierra y fuera de ella. Algunas composiciones, como la maravillosa O sole mio (compuesta especialmente para su voz), se han convertido en auténticos himnos italianos:
Nueva York no era solo su feudo, lo era todo el planeta. Cuenta una de las innumerables leyendas que circulan sobre su poder de convocatoria y capacidad de seducción que, en Alemania, a la salida de sus conciertos, era habitual escuchar a sus admiradores cantando sus piezas preferidas por las calles y cervecerías…
Como Don José, en la Carmen, de Bizet
Le gustaba disfrazarse de Papa Noel para regalar juguetes a los empleados del Metropolitan Opera House.
Generoso, infiel, exuberante…
En lo personal, Caruso fue un modelo de generosidad. Le gustaba disfrazarse de Papa Noel para regalar juguetes a los empleados del Met; siempre atendía las numerosísimas peticiones de ayuda de particulares, y recaudó millones de dólares con sus conciertos benéficos para la Cruz Roja, durante la Primera Guerra Mundial. A la vez, fue un gran coleccionista de objetos de arte y monedas de oro. Su finca de Bellosguardo estaba amueblada exquisitamente, con piezas de gran valor.
Los amoríos del tenor eran la comidilla de los diarios
El gran amor de su vida fue Ada Giachetti, una relación apasionada, interrumpida por rupturas múltiples y mutuas infidelidades.
En cuestión de amores, desde luego Enrico amó y fue amado. El gran amor de su vida fue Ada Giachetti, una relación apasionada (hoy diríamos quizá algo tóxica), a menudo interrumpida en sus once años por dramáticas rupturas y mutuas infidelidades. Ada finalmente le abandonó a él y a sus dos hijos, y se fugó con el chófer. Años más tarde Enrico se casó con una joven de 25 años, Dorothy Benjamin, con la que tuvo a su tercera hija.
La hermosa Ada
Paradójicamente, cuando era más famoso, Hollywood le llamó para interpretar dos películas que, la verdad, pasaron sin pena ni gloria, porque era mudas y, claro, las dotes de Caruso tenían mucho más que ver con su prodigiosa voz que con su glamour en la gran pantalla. Y es que la voz de Caruso podía ser tan varonil como dulce y cálida. Enrico sabía transmitir las emociones que sin duda sentía, cantando era expresivo y exuberante, como lo era en su vida personal.
Con Dorothy, su segunda esposa
A Enrico no le esperaba una carrera cinematográfica, pues no le aguardaban muchos años de vida y no llegó a tiempo al cine sonoro. En 1920 enfermó de pleuresía y, cuando volvió a su tierra natal a recuperarse de las varias operaciones a las que tuvo que someterse, murió una mañana de agosto de 1921, en un hotel napolitano, frente al Vesubio. Solo tenía 48 años.
Muy recomendable el videoclip de la hermosa canción de Lucio Dalla, Caruso, que contiene imágenes entrañables de la vida privada del cantante y sus actuaciones. El video se rodó en la habitación donde falleció el tenor:
Siendo como era un hombre tan querido, a su funeral asistieron miles de admiradores.
Funeral del cantante con la multitud concentrada frente a la iglesia de San Francisco de Paula, en Nápoles
Fue embalsamado y alojado, de una forma un tanto macabra, todo hay que decirlo, en un ataúd de vidrio para que pudiera ser contemplado; hasta que años más tarde, en 1929, su viuda pidió el traslado de sus restos al interior de una tumba de piedra.
Ángel Domingo Pérez
Deja un comentario