Cine Yold. Fumar siempre ha sido un acto muy cinematográfico
Cine y tabaco: una tóxica relación

Legal y socialmente aceptado, el tabaco es una droga cuyos efectos nocivos son conocidos por todos. Nuestro crítico de cine, Ángel Domingo, analiza su presencia en el cine actual y en el pasado, y destaca cómo sería interesante que, por supuesto sin censuras, el mundo del cine prestara más atención a este problema que afecta a millones de personas en todo el mundo.
Prestigiosas investigaciones concluyen que numerosos jóvenes comienzan a experimentar el hábito de fumar tras ver a sus ídolos fumando en la gran pantalla. Esta información no es como para tomársela a la ligera. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), no sólo cinco millones de personas mueren al año por el consumo de tabaco, sino que la mayoría adquirió el hábito precisamente en su etapa de adolescencia. Esto no solo hace más preocupante el dato extrapolado de la investigación, sino que también nos indica que es precisamente durante dicha etapa cuando se ha de trabajar con mayor ahínco en la prevención.
Y es que la relación del cine con el tabaco siempre ha sido bastante intensa. Ya en las décadas de los treinta, cuarenta y cincuenta, las grandes productoras como Paramount y Warner firmaron una serie de acuerdos con las compañías tabacaleras para que actores como Clark Gable, Spencer Tracy, Joan Crawford, John Wayne o Humphrey Bogart fumaran en sus películas.
La relación del cine con el tabaco siempre ha sido bastante intensa.
Con ello no solo se buscaba ofrecer una imagen glamourosa del hecho de fumar, sino que se intentaba, en una estrategia publicitaria tan simple como efectiva, que los espectadores se sintieran próximos a sus estrellas favoritas a través del tabaco. La estrategia insistente de las empresas productoras de tabaco llegó a tales extremos que estrellas como Carole Lombard, Barbara Stanwyck, Myrna Loy, Clark Gable o Gary Cooper recibieron gratificaciones de miles de dólares por fumar en las películas.
Carole Lombard, Barbara Stanwyck, Myrna Loy, Clark Gable o Gary Cooper recibieron gratificaciones de miles de dólares por fumar en las películas.
Para aquellos lectores curiosos, recordamos que John Wayne y Humphrey Bogart murieron de sendos cánceres de pulmón ocasionados por su adicción a los cigarrillos.
Pero esta práctica no se limitó únicamente a los años del Hollywood dorado. Se calcula que entre 1979 y 1983, Brown & Williamson Tobacco, el tercer fabricante de cigarrillos de Estados Unidos, invirtió cerca de 840.000 euros para que sus marcas apareciesen en veintidós películas. Sin escatimar recursos, la firma pagó con dinero y otros objetos a estrellas como Clint Eastwood (Impacto súbito, 1983), Sean Connery (Nunca digas nunca jamás, 1983), Paul Newman (Harry e hijo, 1984) y Sylvester Stallone, que salió fumando en cinco películas, entre ellas uno de sus mayores éxitos, Rambo (1985).
A pesar de ello, a partir de la década de los ochenta, la sociedad empieza a ser consciente de los peligros del tabaco y se comienza a reducir su aparición en las grandes productoras. Sin ir más lejos, en 1990, las tabaqueras se comprometieron a dejar de utilizar la publicidad encubierta de tabaco en las películas. La bajada en las ventas motivó que, a partir de mediados de los noventa, el índice de actores que fumaban fuera en aumento. Durante aquella época no era extraño ver con un cigarrillo a grandes estrellas como Bruce Willis, Johnny Deep, Brad Pitt o Tom Cruise.
La bajada en las ventas motivó que, a partir de mediados de los noventa, el índice de actores que fumaban fuera en aumento.
Actualmente, las autoridades norteamericanas han trabajado con el fin de erradicar la presencia del tabaco en el cine. La MPAA (Motion Picture Association of America), institución encargada de otorgar clasificaciones morales a las películas, está castigando duramente con la calificación ‘R’ (Restricted), y se ha prohibido la entrada a los menores de diecisiete años, si no van acompañados, a los filmes donde aparecen personajes que consumen tabaco. Es una medida que se ha adoptado como estrategia para evitar que los adolescentes encuentren en las estrellas de la pantalla modelos perniciosos a imitar. De la misma forma, se ha prohibido cualquier tipo de publicidad directa o indirecta de tabaco en los largometrajes estrenados en suelo norteamericano. Ahora bien, si la medida es efectiva o no solo el tiempo lo dirá.
Dentro del cine español, la presencia del tabaco también es muy importante. En el año 2008 se analizó en las películas españolas estrenadas durante el año anterior. El resultado del estudio arrojó que en el 80% de las películas españolas hay escenas relacionadas con el tabaco. En estos filmes se ha detectado una media de seis escenas a la hora relacionadas solo con el tabaco; una docena con el consumo de tabaco-alcohol y tres con el del tabaco y otras drogas. De las principales conclusiones del estudio se desprende que el cine español refleja el hábito como algo normal y socialmente aceptado, lo que sin duda podría favorecer el consumo y el inicio al tabaco en edades tempranas.
Una luz en la oscuridad: películas que denuncian el tabaco
No es difícil imaginar los motivos por los que el cine no ha tratado con demasiado interés los efectos negativos del tabaco. Sin duda, las aportaciones económicas de las tabacaleras en publicidad directa o indirecta han motivado que las productoras no se atrevieran a tratar el tema de una forma demasiado explícita. Un ejemplo de ello lo encontramos en la película El jurado (2003), basada en una novela del creador de best sellers John Grisham. En la historia original, un ama de casa denuncia a una industria tabacalera por la muerte de su marido. En la película, los guionistas cambian la tabacalera por una empresa dedicada a la fabricación de armas. A buen seguro, las presiones de la todopoderosa industria del tabaco fueron lo suficientemente fuertes como para cambiar el sentido del guion y culpabilizar de toda la tragedia a otro colectivo.
El cine no ha tratado con demasiado interés los efectos negativos del tabaco.
En el año 1999, el prestigioso director norteamericano Michael Mann estrenaba en las pantallas de todo el mundo la película El Dilema. Protagonizada por Al Pacino, Russell Crowe y Christopher Plummer, la película nos explica una historia que critica con dureza a la industria del tabaco. En ella vemos la historia real de Jeffrey Wigand, un científico y directivo de la famosa tabacalera norteamericana Brown & Williamson, que descubre el secreto celosamente guardado por la industria tabacalera sobre las sustancias que crean adicción. El productor del programa de la CBS 60 minutes, Lowell Bergman, arriesga su carrera para poner frente a las cámaras a Wigand, que ve cómo su vida entera se viene abajo al revelar la verdad a la opinión pública hablando sobre la industria tabacalera.
Otro filme que trata de forma crítica el tema del tabaco es la cinta Gracias por fumar, mi favorita en este ámbito. Dirigida por Jason Reitman en 2005, la cinta nos explica la historia de Nick Taylor, el principal portavoz de las grandes tabaqueras estadounidenses, que se gana la vida defendiendo los derechos de los fumadores y los fabricantes de tabaco; enfrentándose a los colectivos que desean prohibir el tabaco y a un senador que pretende poner etiquetas con la palabra veneno en las cajetillas de cigarrillos. Nick emprende una ofensiva de relaciones públicas, refutando los peligros de los cigarrillos en programas de televisión y contratando a un agente en Hollywood para que promueva el hábito de fumar en las películas. La nueva notoriedad de Nick llama la atención, tanto del mandamás de la industria tabaquera, como de una reportera de investigación de un influyente diario. Nick dice que sólo está haciendo lo que debe para pagar la hipoteca, pero la creciente conciencia de su hijo y una amenaza de muerte muy real podrían obligarle a ver las cosas de forma diferente.
La película es una divertida sátira sobre la manipulación que llevan a cabo las grandes corporaciones sobre los ciudadanos. Así, el director retrata con acierto la debilidad de una sociedad que se deja encandilar por los intereses de unos pocos y en la que la opinión del individuo se diluye en medio de una amalgama de intereses. Lo mejor de la película es que se trata al público con inteligencia, permitiéndole que saque sus propias conclusiones acerca de lo que está observando y limitándose a proporcionarle la información con la mayor objetividad posible.
En resumen, la relación entre cine y tabaco se remonta a los orígenes del medio. La lástima es que esta relación siempre haya estado mediatizada por los intereses económicos de la industria, que ha visto en el cine una extraordinaria estrategia de promoción.
Ángel Domingo Pérez
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