Mundo Yold. Jane Toppan envenenó a 31 personas como una auténtica profesional

La truculenta historia de la enfermera asesina

 

 

Redacción Yold
27 abril, 2023

Jane Toppan, enfermera de profesión y asesina de vocación, mató a nada menos que 31 personas. Maltrato infantil y abandono, obsesión por las autopsias y vocación de investigadora en venenos se conjugan siniestramente en esta mujer, una de las grandes asesinas de la historia. Hoy os contamos la vida y “milagros” de Jane Jolly (Alegre), como la apodaron sus pacientes.

La verdad es que la vida de Jane (Honora Kelley, Boston, 1854) no comenzó muy bien. Contaba solo un año cuando, junto con su hermana Delia, ingresó en un orfanato para niñas indigentes, el Boston Female Asylum. Su madre había muerto y fue su padre el que decidió ingresarlas. Las condiciones en las que llegaron las niñas asustaron al equipo médico del centro. Al parecer su padre, alcohólico, sastre de profesión, terminó sus días hundido en una muy excéntrica demencia; tras dar numerosas pruebas de locura, se cuenta que antes de morir llegó a coser sus párpados para cerrarlos definitivamente. En fin, que los actos macabros y crueles en los que incurrió Jane tienen, sin duda, un origen paterno.

Jane (bebé) junto a sus hermanas y madre (Imagen Sutori)

De niña maltratada a maltratadora profesional
Al cabo de un tiempo en el orfanato, la aún niña (9 años) Honora se fue a vivir a casa de una viuda, Ann Toppan, como simple ayudante. Sin llegar a adoptar legalmente a la huérfana, la viuda le cambió el nombre por el de Jane. La señora de la casa maltrató a la pequeña, que empezó a desarrollar su imaginación para escapar de la fea realidad que le había tocado vivir, e inventó fantasías como que “su padre navegó alrededor del mundo, su hermana se casó con un noble inglés, su hermano fue condecorado en Gettysburg por Abraham Lincoln…”, según cuenta uno de los médicos del orfanato.

La joven Jane

Los actos macabros y crueles en los que incurrió Jane tienen, sin duda, un origen paterno.

Las desgracias siguieron para la juventud de Jane, pues su novio la plantó en el altar y se casó con otra mujer. Así, golpe tras golpe, en la joven comenzó a crecer una tendencia autodestructiva (por dos veces intentó suicidarse), y una manera de ser huraña que dificultaba la comunicación con los demás.

Retratos de Jane en el Hospital Psiquiátrico Taunton

Cuando Ann Toppan murió, Jane entró a trabajar al servicio de la hija de esta, Elizabeth y cuando esta se casó, nuestra protagonista se quedó sin trabajo, y decidió cumplir una de sus aspiraciones, la de trabajar como enfermera. Así empezó como aprendiz de enfermería en el Hospital de Cambridge, y allí comenzó su carrera como torturadora y asesina. Paradójicamente, en el hospital era muy querida: los pacientes la apodaron Jane Jolly, por su alegría.

Paradójicamente, en el hospital era muy querida: los pacientes la apodaron Jane Jolly, por su alegría.

La mayoría de los escogidos por nuestra funesta enfermera eran personas mayores, ya muy enfermas. Podríamos creer que Jane se compadecía de ellos y por eso les conducía hacia una muerte fácil, rápida y reparadora, pero lo cierto es que estos pobres pacientes eran conejillos de Indias con los que experimentaba diferentes dosis de morfina, estricnina, atropina y otros venenos en dosis mortales, que antes de fallecer les provocaban alteraciones de la conciencia y fuertes dolores.

Página de un diario de la época contando la trayectoria macabra de Jane

Su carrera como asesina a domicilio
Cuando años más tarde, fue detenida e interrogada, confesó haber sentido una “emoción sexual con los pacientes que estaban cerca de la muerte” (erotofonofilia), “volviendo a la vida y muriendo de nuevo”.

A esta afición por los venenos y los experimentos en seres humanos vivos, hay que añadir el interés obsesivo que Jane sentía por las autopsias. Sus tremendas actividades terminaron siendo conocidas por la junta médica del hospital, que sin embargo no la denunció, y se limitó a despedirla.

Equipo de enfermeras, colegas de Toppan

Pero, ni corta ni perezosa, animada por la impunidad con la que llevaba ya años actuando de ángel de la muerte, inició una segunda fase de su carrera como asesina y comenzó a ejercer por cuenta propia como enfermera privada.

Animada por la impunidad con la que llevaba ya años actuando de ángel de la muerte, inició una segunda fase de su carrera como asesina y comenzó a ejercer por cuenta propia como enfermera privada.

A la pobre Elizabeth, su medio hermanastra, el destino le tenía reservada la fatalidad de volver a cruzarse con Jane, que le administró una botella de agua envenenada con estricnina y le provocó la muerte en agosto de 1899.

Pero fueron los envenenamientos de varios miembros de una familia, los Davis, los que se hicieron más célebres. En 1901, Mattie Davis, su hija Genevive Gordon, su marido Alden Davis y la hija mayor de ambos, Minnie, murieron en circunstancias tan extrañas que se contrató a un experto en toxicología y a un detective para que investigaran sus fallecimientos.

Finalmente, tras terminar con la vida de toda la familia, la enfermera fue arrestada. Jane tenía 47 años. En el juicio que siguió a su arresto, confesó haber asesinado a 31 personas, y aclaró, por si había dudas sobre sus intenciones macabras, que su pretensión era “haber matado a más gente que cualquier otro hombre o mujer que haya existido”. Ambición no le faltaba, eso hay que reconocérselo.

Jane fue condenada a cadena perpetua, que cumplió en el Hospital Psiquiátrico de Taunton, donde pasó el resto de sus días hasta su muerte, en 1938.

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