Mundo Yold. Una nueva versión de la obra llega a los cines estas navidades
Mujercitas: la historia real de una familia adelantada a su tiempo

La famosa historia de Mujercitas regresa al cine en estas navidades y en Gente Yold hemos aprovechado para conocer la vida real de su autora, Louise May Alcott, y de su peculiar familia, que fue la inspiración para su novela. Antiesclavistas, sufragistas, veganos en pleno siglo XIX: así eran los padres de la escritora, cuyas buenas intenciones no evitaron que sus hijas pasaran una infancia marcada por el hambre y la necesidad. Así fueron las auténticas “mujercitas”.
Millones de mujeres de todo el mundo hemos leído o visto en el cine la historia de Mujercitas, con la rebelde Josephine March y sus hermanas Meg, Beth y Amy. La novela de Luise May Alcott triunfó desde que fuera publicada, en 1868 y se convirtió en una lectura clásica para mujeres de todos los lugares y épocas, cuyo éxito ha perdurado en el tiempo. El cine le ha dedicado varias versiones y ahora se estrena la última de todas, que además está dirigida por una mujer, la directora Greta Gerwig, ganadora de un Globo de Oro por Lady Bird. La crítica ya se ha puesto de acuerdo en alabar el resultado de las Mujercitas del año 2019, así es que nos falta tiempo para ir al cine a comprobar si, una vez más, nuestra adorada Jo (Saoirse Ronan) rechaza al maravilloso Laurie, que encima,y para colmo en esta ocasión está interpretado por el guapísimo Timothée Chalamet, protagonista de la maravillosa Call me by your name.
La joven Louise May y su expresión firme y resuelta
Pero, ¿qué es lo que tiene la historia de estas cuatro hermanas para que no pase de actualidad? Pues tal vez que narra la vida de una familia muy adelantada a su época, la de la propia autora Louise May Alcott, cuyos padres eran liberales, abolicionistas, veganos y feministas en pleno siglo XIX.
Los padres de la escritora eran liberales, abolicionistas, veganos y feministas en pleno siglo XIX.
Los padres, Amos y Abigail
Unos padres diferentes
En 1967, cuando Louise May Alcott publicó Mujercitas, la obra supuso una auténtica y exitosa revolución. En primer lugar, se trataba de una historia protagonizada totalmente por mujeres, donde los hombres -salvo Laurie- quedaban en segundo plano. Los sentimientos y deseos de las jóvenes protagonistas iban mucho más allá del amor romántico que hasta entonces siempre aparecía como el único interés femenino en las historias de mujeres. Al contrario, las hermanas March soñaban con la música, con viajar, escribir, pintar o actuar, y sobre todo, tenían voces, personalidades e ilusiones propias, alimentadas por sus liberales y comprensivos progenitores. La novela reflejaba, en suma, un mundo intelectual muy parecido al que vivió su autora dentro de su propia familia, la familia Alcott, formada por los padres Amos Bronson y Abigail, y sus cuatro hijas: la autora, Louise (que en la novela se representa a sí misma como Josephine -Jo): la mayor, Anna (Meg): la mediana, Elizabeth (Beth) y Abigail, la más pequeña, que inspiró el personaje de Amy.
Anna Alcott, la hermana mayor y su marido, John Bridget a quien conoció haciendo teatro
Los padres de Louise eran unos auténticos revolucionarios para la época: cristianos seguidores del movimiento trascendentalista, que consideraban a los animales con los mismos derechos del hombre y buscaban la perfección del mundo; veganos, que rechazaban la comida y los textiles procedentes de animales; abolicionistas, que se arriesgaron para ayudar a esclavos que huían buscando la libertad; y por supuesto, defensores de los derechos de las mujeres, que apoyaban activamente el voto femenino y la entrada de las jóvenes en la universidad.
Abigail May Alcott, la pequeña de la familia que triunfó como pintora
Todo un catálogo de ideas consideradas realmente extremistas en pleno siglo XIX. Siguiendo su liberal ideología, Amos y Abigail criaron a sus hijas fomentando la personalidad, libertad y creatividad de cada una de ellas, y alentándolas para que pensaran por sí mismas, lo cual por aquel entonces se consideraba innecesario, y hasta poco aconsejable en la educación femenina.
En la versión cinematográfica de 1949, Liz Taylor interpretaba a Amy
Sin embargo, pese a su visionaria conciencia social, Amos Bronson, el padre de Louise, fue siempre incapaz de mantener económicamente a su familia. Los Alcott eran una familia de cierto renombre social, con numerosos amigos intelectuales, pero sumergidos en una continua situación de incertidumbre, miseria e inestabilidad: en treinta años se mudaron más de veinte veces; las niñas no podían ir a la escuela, ni hacer amistades.
Los Alcott eran una familia de cierto renombre social, con numerosos amigos intelectuales, pero sumergidos en una continua situación de incertidumbre.
Fruitland, la comuna utópica experimental cofundada por Bronson Alcott y que, aún hoy, puede visitarse
Una de las experiencias más extremas fue cuando Amos se convirtió en cofundador de Fruitland, una visionaria comuna socialista agraria en la que estaba prohibido el trabajo de los animales, donde debían vivir con los escasos frutos que daba la tierra, solo se alumbraban con la luz solar y prescindían de jabón, lana o algodón.
Retrato del Amos Bronson Alcott dibujado por May
El proyecto solo duró siete meses: los suficientes como para que el hambre y la necesidad extrema les obligase a salir de allí. Muchos tumbos dieron los Alcott hasta acabar en la casa de Orchard House (Concord, Massachusets), que se convirtió en el hogar más estable del que disfrutaron, y donde Louise escribió Mujercitas. Por cierto, Orchard House sigue en pie, se mantiene casi igual que cuando vivía la familia Alcott y puede visitarse.
Orchard House hoy en día se mantiene caso igual que cuando la familia Alcott viví allí
En contraste con la osadía visionaria de su marido, la madre de Louise, Abby May, era una mujer igualmente culta y liberal, pero con los pies mucho más pegados a la tierra, y cierta herencia familiar que ayudó a soportar las continuas penurias económicas.
Escena de la nueva versión cinematográfica
Pese a sus buenas intenciones, lo cierto es que la errática carrera de Amos y las carencias a las que arrastró a su mujer e hijas hicieron mella en Abby, que siempre achacó gran parte de estos problemas a su desventaja por ser mujer y tener que seguir a su marido hasta en sus más locos proyectos; en suma, se quejaba de la desigualdad de los sexos, y transmitió estos conceptos a sus hijas, sobre todo a Louise, que lo reflejó en sus escritos, y creció como una feminista convencida.
La escritora en su madurez
La madre, Abby May, se quejaba de la desigualdad de los sexos, y transmitió estos conceptos a sus hijas, sobre todo a Louise, que lo reflejó en sus escritos, y creció como una feminista convencida.
Pese a que el trabajo de las mujeres estaba mal visto entonces, Abby finalmente pasó a ejercer como una de las primeras asistentes sociales auténticamente profesional: se dedicaba a buscar soporte y apoyo para los pobres de Boston, y administraba una agencia de empleo para trabajadores domésticos.
No solo Abby trabajaba para la supervivencia familiar: la extrema necesidad que sufrieron desde niñas obligó a las jóvenes Alcott a hacerlo también. En la novela, Jo, Meg, Beth y Amy se quejan de su pobreza, pero en la realidad fue mucho peor: las hermanas Alcott pasaron hambre, frío extremo y necesidades de todo tipo. Unas condiciones miserables que hicieron mella en la escritora, que desde adolescente escribía incansablemente para ganar algo de dinero con lo que mitigar el hambre familiar.
Páginas de una de las primeras ediciones de la obra
Louise fue costurera, empleada doméstica, acompañante o institutriz; todo ello antes de que -tal y como se refleja en la novela- comenzase a ganar dinero por escribir.
Solo la más pequeña, May, pudo ir a la escuela; el resto recibió educación directa de sus padres, mientras trabajaba en todo tipo de oficios. La propia Louise fue costurera, empleada doméstica, acompañante o institutriz; todo ello antes de que -tal y como se refleja en la novela- comenzase a ganar dinero por escribir relatos en los periódicos locales. De esta forma, mucho antes de publicar Mujercitas, la adolescente Louise pasaba horas y horas escribiendo por encargo para conseguir dinero para la familia. Trabajó también como enfermera durante la guerra; la experiencia le ayudó a escribir su primer libro exitoso, Hospital Sketches.
Fotograma de la ‘Mujercitas’ de 2019 con Timothée Chalamet, protagonista de la maravillosa ‘Call me by your name’
Fue después de la guerra, en septiembre de 1868, cuando Louise ya tenía 36 años, cuando -respondiendo a un encargo de su editor Thomas Niles, que quería lanzar una historia para mujeres- publicó la primera parte de Mujercitas. El éxito fulminante de la novela, sus múltiples reediciones y continuaciones, acabaron para siempre con los problemas económicos de la familia Alcott: Louise ganó lo suficiente como para ocuparse de todos ellos. A diferencia de su padre, o precisamente por lo aprendido por él, aprendió a gestionar su sensibilidad, imaginación y creatividad, componiendo una amplia obra literaria, viajando frecuentemente, pero sin perder nunca el sentido práctico. Mantuvo su estilo de vida artística y bohemia, pero sin dilapidar su fortuna.
Después de su triunfo como escritora pasó su vida cuidando de su familia y apoyando causas como el movimiento sufragista y, en general, el desarrollo social de la mujer.
Las cuatro hermanas en la vida real
Muchas de las historias de juventud de las hermanas Alcott quedaron reflejadas en la novela. Por ejemplo, la muerte de Elizabeth (Beth en la obra), que falleció en la vida real después de contraer la escarlatina, por el contagio de un bebé a quien había ido a ayudar. Aunque inicialmente se recuperó, murió dos años después, en 1858, a la corta edad de 22 años. Tal y como aparece en el libro, adoraba el piano, era dulce, tímida y la más casera.
Acuarela de Orchard House realizada por May antes de 1879
En la novela también se relata el matrimonio de la hermana mayor, Anna (Meg), que en la vida real conoció a su marido haciendo obras de teatro en la Concord Dramatic Union. Anna enviudó muy joven, y también fue Louise quien se ocupó de mantenerla a ella y sus hijos.
En cuanto a Abigail, la pequeña (Amy en la obra), fue una pintora reconocida en su época que incluso expuso en el Salón de París. Sin embargo, Abigail no se casó con ningún vecino Laurie, pero sí lo hizo con el millonario suizo Ernest Nieriker. Amy murió joven, después de dar a luz a Lulu, su primera y única hija.
La versión protagonizada por una inolvidable Katherine Hepburn en el papel de Jo
Evidentemente, Louise se representó a sí misma en el personaje de la inolvidable Josephine, pero con una diferencia: mientras que Jo finalmente se empareja con el profesor alemán, Louise jamás se casó. Siempre defendió, por encima de todo, su libertad. Después de su triunfo como escritora pasó su vida cuidando de su familia y apoyando causas como el movimiento sufragista y, en general, el desarrollo social de la mujer.
Louisa May alrededor de 1870, cuando ya era una escritora famosa y reconocida
De hecho fue la primera que se censó en su ciudad cuando se permitió el voto femenino para ciertas consultas locales. Respecto a Laurie, su encantador pretendiente, ella misma manifestó que el personaje estaba inspirado en dos amigos de su juventud: Alfred “Alf” Whitman, con quien hacía teatro, y Ladislas Wisniewski, un chico polaco al que conoció en Europa, cuando acompañó a una familia para la que trabajaba como institutriz.
Louise no tuvo hijos pero cuidó de su sobrina Lulu (hija de May) hasta la propia muerte de la escritora, el 6 de marzo de 1888, debido a un derrame cerebral, cuando solo tenía 55 años. Está enterrada en Concord, cerca de su casa de Orchard.
Terminamos este recuerdo a la autora de Mujercitas con las palabras que dedicó la rockera Patti Smith, quien de niña también se inspiró con su novela: “Louise May Alcott infundió vida, risas y una esperanza y empeño infatigables a las hermanas March y, por tanto, a todas las mujercitas de su tiempo y del que estaba por llegar”. Muchas décadas después, su obra sigue siendo una inspiración.
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