Cine Yold. En el aniversario del fallecimiento del gran director
Y el Oscar es para… ¡John Ford!

John Ford falleció en 1973, el 31 de agosto, a la edad de setenta y nueve años. Con este artículo, Ángel Domingo quiere homenajear a este gran director, que nunca llegó a saber que sus películas baten récords de audiencia cada vez que son emitidas por televisión, pero levantó cuatro Oscar de la Academia, una cifra que permanecerá imbatible durante muchos años.
A veces me gusta fantasear con que Dios, después de crear el mundo en siete días, bajó a la Tierra, buscó a John Ford, y al mismo tiempo que le entregaba un camarógrafo le anunció: “deseo que te conviertas en el director con más Oscars del mundo”. Naturalmente, El Vaticano nunca reconocería que un milagro así sucediera, así que exploraré su biografía para encontrar la razón de que John Ford sea el único director que ha conseguido ser galardonado con cuatro Premios Oscar de la Academia de Hollywood.
Apodado por sus compañeros del oficio como director de directores, porque dejaba a todos los espectadores impresionados con sus películas, y también a sus propios colegas de oficio, que fueron los que mejor comprendieron lo que transmitían sus películas.
En mi opinión, fue el primer realizador que elevó la cinematografía hasta ser considerada el séptimo arte de la humanidad.
-“Era uno de esos artistas que nunca pronunciaron la palabra arte, y de esos poetas que jamás utilizaron la palabra poesía”, escribió sobre él François Truffaut, el cineasta que devolvió al primer plano a los grandes realizadores anteriores al siglo XX. Sin embargo, durante su vida, jamás permitió que se refirieran a él como a un artista. “Yo no hago películas para hacer obras de arte. Ruedo películas para pagar las facturas”.
Pienso que esta humildad fue fundamental para que cuatro de sus películas, rodadas únicamente para pagar sus facturas, fueran elegidas por la Academia de Hollywood como merecedoras del Oscar a la Mejor película. Completamos este sencillo artículo, recordando cuáles fueron.
–El delator (1935). Durante los conocidos como violentos años 20, Gypo Nolan (Victor Laglen), un tipo marginado de la sociedad, sueña con reunir el dinero que necesita para reencontrarse con su novia, Katie, que vive en Estados Unidos. Al ver la película, descubriremos que Katie sobrevive en Estados Unidos ejerciendo el trabajo más antiguo del mundo. Gypo, ignorante de esto y obsesionado con conseguir el dinero, comienza a realizar indignos trabajos denunciando a las autoridades a antiguos colaboradores suyos. Finalmente reúne el dinero y se marcha sin posibilidad de regresar a su hogar. ¿Qué sucederá cuándo se dé cuenta de que su amada ha tenido encuentros sexuales constantemente? Este tipo de historias, que nos parecen de película eran las habituales en una nación sin esperanzas después del crac de 1929.
Todos sabían que estas historias sucedían, pero John Ford fue el único que se atrevió a rodar una película que mostró una de las etapas más humillantes para cualquier ciudadano estadounidense. Y la Academia de Hollywood lo valoró premiando al director del parche con su primer Oscar.
–Las uvas de la ira (1940). Si hubiera que resumir lo que significó la Gran Depresión en la sociedad estadounidense de la época, bastaría con ver esta película basada en la desgarradora novela de John Steinbeck. El jovencísimo Henry Fonda, como un preso recién liberado, que solo deseaba olvidar las penurias de su condena regresando a su antiguo hogar, se ve agitado por una desgarradora frustración al ver como son expulsados de sus tierras y condenados a vagar hasta California, la Tierra Prometida por su floreciente industria agrícola. Considerada como una de las mejores películas de todos los tiempos, le mereció a Ford su tercer Oscar a Mejor película.
-¡Qué verde era mi valle! (1941). Si la película anterior parecía dramática, ésta supera en elementos desgraciados a los melodramas actuales, ya que nos cuenta, con la precisión de un cirujano, la historia de la familia Morgan, humildes trabajadores del carbón en una aldea minera del Gales más profundo. Apenas tienen motivos para sonreír, pues todo el mundo asegura que el negocio minero está arruinado y habrá que cerrar la mina. La esposa, una Maureen O’Hara, a la que Ford rescató del olvido, será la única que muestre su apoyo a una organización sindical liderada por el patriarca de la familia Morgan (Walter Pigdeon). En mi opinión, la mayor denuncia hacia la insolidaridad laboral que se ha visto en la gran pantalla, y que hizo merecedor a Ford de su segunda estatuilla a Mejor película.
–El hombre tranquilo (1952). John Ford nunca llevó una vida saludable. Según sus médicos, era un milagro que todavía estuviese caminando de manera independiente. Quizás era consciente de que se trataba de su última oportunidad para rodar una película con posibilidades de ganar una estatuilla. El hombre tranquilo cuenta, como su nombre índica, la vida de un hombre tranquilo (su eterno compañero John Wayne), al que atormentaba psicológicamente llamándole rostro de huevo cocido por su nula capacidad gestual. Pero Wayne también era consciente de que estaba entrando en la última etapa interpretativa de su vida. Y juntos crearon una película que derrumbó la mitología del western que él había creado para inventar un nuevo género, que años después sería bautizado como western crepuscular, y que le permitió completar su póker de Oscar a Mejor película, una cifra que dudo que algún director contemporáneo sea capaz de igualar. Un récord extraordinario que logró el director que repitió hasta el final de sus días que ‘no era ningún artista’.
Ángel Domingo Pérez
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