Mundo Yold. En el 120 aniversario de su muerte, recordamos a la maravillosa escritora y libre y valiente mujer

Anaïs Nin: con ella llegó el escándalo

Inés Almendros
20 febrero, 2023

Hoy se cumplen 120 años del nacimiento de la escritora Anaïs Nin, una de las figuras cumbre de la literatura erótica universal. Personaje fascinante, con una vida de película que narró en sus famosos diarios, fue sobre todo una mujer adelantada a su tiempo que vivió su sexualidad sin complejos, con total plenitud y libertad. Te invitamos a conocer su asombrosa historia.

Su complejo nombre, Ángela Anaïs Juana Antolina Rosa Edelmira Nin y Culmell, preconizaba la sofisticada existencia que le esperaba. Nació el 21 de febrero de 1903, fruto del matrimonio entre dos jóvenes cubanos de familias cultas y de alcurnia: Joaquín Nin Castellanos, uno de los pianistas más famosos de su época y Rosa Cubell, cantante de ópera. Anaïs nació en Neuilly, Francia, país donde residía la pareja en aquellos años en los que Joaquín se consolidaba como uno de los músicos más importantes de la Europa del momento. Pero al joven le gustaban mucho las faldas y en 1912, el matrimonio hace aguas cuando se lía con una de sus alumnas; nada menos que María Luisa Rodríguez, hija del millonario Pepín Rodríguez, famoso asturiano que también había hecho fortuna en Cuba con su fábrica de tabacos Romeo y Julieta.

El caso es que Joaquín se fugó con su joven amor abandonando a sus hijos, a los que no volvería a ver hasta muchos años después. El abandono paterno dejó una profunda huella en la pequeña Ángela Anaïs, y fue durante el viaje a Nueva York -adonde su madre regresaba con sus hijos para reunirse con su familia-, cuando comenzó a escribir las primeras páginas de un diario que seguiría rellenando con sus interesantes vivencias el resto de su vida. En los Estados Unidos complementaría su formación.

Con su familia, en Coney Island

A principios de los años veinte, la familia de Anaïs regresa a La Habana, que en aquella época vivía una eclosión de empresarios, artistas, dinero y fiestas. En la capital cubana, Anaïs conoce a Hugh Parker Guiler, un guapo y acaudalado financiero estadounidense con quien comparte el interés por la cultura, la literatura y las artes. Pese a cierta oposición familiar, la pareja se casa ese mismo año y casi de inmediato, los jóvenes se marchan a París, donde a Hugh le ofrecen un puesto directivo en un banco. En la capital francesa, la vida les cambia para siempre.

La escritora en 1914

El París de la libertad
En los primeros años de su matrimonio, Anaïs intenta encajar como una más de las clásicas esposas convencionales y burguesas de la capital francesa. Pero el aburrimiento de su vida marital con Hugh, junto con sus cada vez más intensas inquietudes, la pueden.

Retrato de adolescencia

La pareja se introduce en el fervoroso ambiente de la cultura vanguardista que bulle en la capital francesa; pero poco a poco Anaïs recorre su propio camino, conquista su propio espacio y acaba volando por su cuenta.

Con Hugh, en La Habana, en 1923

La escritora reflejaba todas sus vivencias y encuentros en sus diarios íntimos, describiendo sus experiencias sexuales con naturalidad, realismo e intensidad.

Su fascinación por el psicoanálisis la lleva a establecer relaciones –primero como paciente, luego también íntimas- con los psicólogos Otto Rank -quien la ayudaría a verbalizar sus ansias sexuales- y con Rendy Allendy, que era el psicoanalista de su marido. La escritora reflejaba todas sus vivencias y encuentros en sus diarios íntimos, describiendo sus experiencias sexuales con naturalidad, realismo e intensidad.

Resuelta a vivir su vida, con el paraguas de la total tolerancia de su marido Hugh -quien parecía conforme con un matrimonio abierto, o tal vez no deseaba conocer los detalles de la vida extramarital de su esposa, y seguramente tendría sus propias y secretas aventuras-, Nin tiene relaciones con algunos de los más interesantes artistas y escritores de la época como John Steinbeck, Laurence Durrel o Antonin Artaud. También inicia un romance a tres bandas con Henry Miller y con la esposa de este, June; experiencia que narraría en uno de sus más famosos diarios. Miller y ella serían amigos de por vida.

Con Henry Miller

En París, paralelamente a sus diarios que nunca dejaba de escribir, Anaïs también publica su primer libro: un ensayo sobre las controvertidas obras de DH Lawrence, que sale a la luz en 1932. Aunque el escrito conquista la admiración de sus amigos intelectuales, la obra pasa sin pena ni gloria para el público general. Y es que, como veremos más adelante, el éxito en la literatura solo le llegaría al final de su vida.

También es en la capital francesa donde Anaïs se reencuentra con su padre, Joaquín Nin, quien vive acompañado de María Luisa. En esa época, Nin es ya una figura internacional de la música, especialmente reconocido en Francia, donde le han condecorado nada menos que con la Legión de Honor.

Presentación del libro La casa del incesto con las ilustraciones de su marido

Según Anaïs el reencuentro padre-hija culmina en una tórrida relación sexual, que ella misma describiría posteriormente en La casa del incesto (1936), su primer libro de ficción, que fue ilustrado con preciosos grabados por su marido Hugh. Con el tiempo, los hermanos de Anaïs desmintieron que este encuentro sexual incestuoso sucediera en la realidad.

En la playa, con su primer marido y amigo hasta la muerte

Ninguno de los dos pensaba en separarse definitivamente o divorciarse. Ni siquiera cuando, en 1947, Anais se enamora de joven Rupert Pole, dieciséis años menor que ella.

Dos amores verdaderos… al mismo tiempo
El estallido de la Segunda Guerra Mundial obliga a Hugh y Anaïs a regresar a Nueva York, pero en vida de la pareja ya no hay vuelta atrás. La convivencia se torna intermitente, pero ambos conservan un amor mutuo particular y una amistad y apoyo férreo e incondicional. Hugh seguiría financiando la independencia y el trabajo de Anaïs, que gracias a su apoyo económico, pudo dar rienda suelta a su libertad y seguir escribiendo. Por su parte, desde los años cuarenta, también él decide explotar su lado artístico y se vuelca primero en su obra como ilustrador y posteriormente en la producción de películas surrealistas en las que Anaïs también intervendría.

Fiesta de disfraces con Rupert

Ninguno de los dos pensaba en separarse definitivamente o divorciarse. Ni siquiera cuando, en 1947, Anais se enamora de joven Rupert Pole, dieciséis años menor que ella, con quien inicia una relación seria, estable y duraderaTan duradera que años después, en 1955, se casa con él sin haberse divorciado de Guiler. Anaïs se convierte así en una mujer bígama que convive por temporadas con sus dos maridos.

Para mantener esta doble vida, la propia Anaïs reconoció haber sostenido una espiral de mentiras que a veces no podía controlar: pasaba largas temporadas con Hugh en Nueva York, pero luego regresaba con Rupert a Los Ángeles. Tenía direcciones y tarjetas de visita de sus dos domicilios. A ambos hombres amaba, aunque de forma distinta. A ninguno quería abandonar. A los dos contaba algunas verdades, verdades a medias, y muchas mentiras, para mantener la situación.

En 1955, se casa con él sin haberse divorciado de Guiler. Anaïs se convierte así en una mujer bígama que convive por temporadas con sus dos maridos.

Para intentar convencerla de que abandonase definitivamente a su primer marido, Rupert Pole llegó incluso a construir una maravillosa mansión en Silver Lake, California, donde vivían: se trata de la famosa residencia Nin Pole: una casa de ensueño, hoy histórica, para cuyo diseño Rupert contó con la ayuda de su hermanastro Eric Lloyd Wright, que era arquitecto y nieto del famoso Frank Lloyd. Allí, Anaïs vivió y escribió durante años. Pero nunca llegó a abandonar definitivamente a Hugh, que siempre la esperaba para pasar sus meses juntos en Nueva York. De hecho, en 1966, Anaïs decidió divorciarse de Pole por cuestiones burocráticas y para evitar el peligro de que ser denunciada. Pero siguió conviviendo con los dos.

Con Rupert y un ejemplar de sus diarios

Éxito al final de una vida exprimida al máximo
Aunque, a lo largo de su vida había publicado varios libros, no fue hasta 1966 cuando, de la noche a la mañana, Anaïs se convirtió en una escritora universalmente conocida. Ese año decidió editar uno de sus diarios de juventud bajo el nombre de El diario de Anaïs Nin. Desde su primera edición, el libro se convirtió en todo un fenómeno, no solo por su éxito de ventas, sino por la trascendencia y popularidad que alcanzó -sobre todo entre el público femenino-, en plena eclosión de la liberación sexual.

De repente, a sus sesenta años, Nin se convirtió en la más famosa autora de literatura erótica, en un icono del amor libre y en un referente para las feministas del mundo entero.

La juventud occidental del mayo del 68 y de la revolucionó hippie, que reivindicaba el amor libre, lo encontró en las narraciones de sexo alegre, abierto y explícito, desprovisto de traumas, complejos o culpas de los diarios de Anaïs. Así, de repente, a sus sesenta años, Nin se convirtió en la más famosa autora de literatura erótica, en un icono del amor libre y en un referente para las feministas del mundo entero.

En su maravillosa casa californiana, Nin Pole

Lamentablemente, la escritora apenas si pudo saborear durante una década la gloria de la fama, pues en 1974 fue diagnosticada con un cáncer de ovarios, que acabaría con su vida en 1977. Pero al menos pudo ver publicados los siete volúmenes de sus diarios.

Anaïs en Nin Pole, la residencia que Rupert construyó para ella y hoy es una de las joyas arquitectónicas de California

Respecto a sus dos grandes amores, pese a permanecer aún casada con Hugh, pasó sus últimos años en Los Ángeles, acompañada y cuidada por su fiel e inseparable Pole. Poco antes de morir, según algunas versiones, escribió a Hugh para pedirle perdón por las numerosas mentiras con las que mantuvo su relación a lo largo de los años. Pero él no solo la perdonó, sino que en su respuesta le dio las gracias por haber sido su esposa, porque sin ella, “su propia vida habría sido mucho menos interesante y significativa”. Paradójicamente, gracias al éxito económico que Nin obtuvo a partir de 1966, pudo ayudar financieramente a su marido cuando este ya era mayor y sus ingresos habían descendido considerablemente, (entre otras cosas porque gastó parte de ellos en sus propias producciones artísticas, que nunca tuvieron ningún reconocimiento ni éxito). Una maravillosa consecuencia de este amor especial y sin barreras es que Hugh y Anaïs se apoyaron mutuamente de todas las formas posibles, para realizar sus propias vidas y dar rienda suelta a su creatividad, cada uno a su manera.

Ocho años después de la muerte de Anaïs, en 1985, Hugh también fallecía en Nueva York; antes de morir, pidió que sus cenizas fueran arrojadas al mismo lugar donde antes lo habían sido las de su amada esposa: en la Bahía de Santa Mónica, en California. Sería precisamente Rupert Pole el encargado de cumplir esta última voluntad. Él mismo unió en el mar a los dos esposos y eternos compañeros. Pole también se ocupó del legado de Anaïs, consiguiendo que todos sus libros fueran publicados de forma póstuma y sin las censuras y omisiones de las primeras ediciones. Así complementó y culminó la leyenda que ha llegado hasta nuestros días: la de una escritora audaz, que se puso la vida por montera y que supo apurar los placeres de su existencia, por encima de hipocresías y convencionalismos. Ciento veinte años después, nos sigue pareciendo una valiente.

Comentarios

  1. Monica dice:

    Genial articulo

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