Gente Yold. Hoy recibimos al humorista Millán Salcedo
“El sketch de la empanadilla fue totalmente improvisado”

Con Martes y Trece llegó a lo más alto y ahora se siente afortunado de poder seguir haciendo lo que más le apasiona, de la forma que a él más le gusta. Hoy visita Gente Yold Millán Salcedo, para sacarnos a todos más de una sonrisa y desvelarnos algún que otro secreto.
Millán Salcedo ha sido el gran protagonista del Teatro Cofidis Alcázar de Madrid desde el pasado 5 de julio hasta el 15 con su show En mis trece 2.0, un espectáculo de monólogos, sketches y música en el que hace un divertido repaso de la actualidad y de las mejores anécdotas de su carrera en el dúo Martes y Trece. ¿Una obra fugaz? Más bien la dosis que, a sus 63 años, sigue necesitando de vez en cuando para matar el gusanillo y llenarse de toda la energía de los escenarios. “No necesito grandes actuaciones”, -nos confiesa-, “lo que necesito es hacer esto de vez en cuando, es casi terapéutico para mí”. Y desde luego que se nota, porque Millán en el escenario sigue siendo tan divertido como siempre. Y en Gente Yold tenemos que reconocer que, a pesar de querer conversar seriamente con él, no hemos podido evitar soltar más de una carcajada a lo largo de la entrevista.
Reconoce que el tremendo éxito que vivió con Martes y Trece, duo humorístico que componía con Josema Yuste, llegó a saturarles, pero que aún así, todos los recuerdos que guarda de aquella época son inmejorables. No te pierdas nuestra entrevista de hoy.
Para mí, salir al escenario, es terapéuticamente sanador.
Gente Yold: Nosotros hemos podido disfrutarte en directo y nos lo hemos pasado como enanos viéndote en En mis trece 2.0. Seguramente no haya sido el caso de todos nuestros yolds, así que ¿les explicas qué has querido transmitir con esta función?
Millán Salcedo: -“A mí me gusta llamarlo show. Y además es un show que, aunque parezca más de lo mismo, no es así, porque yo, que es el que está ahí arriba, tengo mi propia personalidad. Yo creo que la mayoría de personas que vienen a verme lo hacen esperando encontrar a ese Millán sinvergonzón, como el personaje que ejercía en Martes y Trece. Pero no es solo eso, este show es una ensalada, donde incluyo elementos tecnológicos, actualidad, acontecimientos políticos, temas como la corona, el fútbol, etc. Se mantiene muy fresca porque, además, cuento algunas ’anecdotillas’ que me llevan preguntando por la calle desde hace años, como si Encarna Sánchez se molestó con lo de la empanadilla, por ejemplo.
De hecho, he creado una sección que se llama “Chascarrillos Deluxe”, haciendo un paralelismo con el conocido programa de televisión, y me consta que es lo que más le gusta a la gente. Algunos me dicen que no dejo títere con cabeza, pero bueno…“.
En lo que respecta a mi profesión, el dinero jamás ha sido mi objetivo.
G.Y.: Hablando precisamente de la empanadilla, cuentas en la actuación que fue algo que casi improvisasteis. ¿Así es el humor, cuanto más natural más gusta?
M.S.: -“Por supuesto. Además es algo que se transmite, porque si tú te lo estás pasando bien, lo estás viviendo de verdad y te estás divirtiendo, al final lo que se transmite es una espontaneidad, que es lo que más gusta. ¡Esa noche el primer sorprendido fui yo! Cuando escuché “empanadilla” pensé, “bueno, pues vale, pues empanadilla, ¿y qué cara pongo?”. Y fue cuando empecé a guiñar el ojo y así seguimos improvisando. Nada estaba previsto, fue totalmente espontáneo“.
G.Y.: ¿Fue este sketch un antes y un después para Martes y Trece?
M.S: -“Sí, totalmente. Habíamos trabajado unos años como trío y nos lo habíamos pasado fenomenal. Pero al pasar a duo, a pesar de que Josema y yo nos llevábamos estupendamente, había algunas incertidumbres sobre si iba a funcionar o no. Indudablemente, el sketch de la empanadilla y el éxito que tuvo fueron fundamentales para posicionarnos.
Lo cierto es que la energía que había entre los dos fue también clave. A veces no nos hacía falta ni escribir los guiones, todo consistía en las miradas y los gestos, teníamos una compenetración brutal. Por eso, cuando todo aquello empezó a verse afectado con el tiempo, y por culpa de la cantidad de buitres que hay en esta profesión, que solo miran los tantos por ciento y el dinero, pues nos dejó de interesar y supimos pararlo a tiempo. No voy a negar que a mí me pueda gustar el dinero, pero jamás ha sido mi objetivo en lo que respecta a mi profesión. Mi interés siempre ha sido seguir divirtiéndome arriba de un escenario, me paguen lo que me paguen”.
“Mi madre ha sido la herencia más grande que he recibido, por ese don para hacer reír”.
G.Y.: Si no me equivoco estudiaste interpretación, pero ¿siempre tuviste claro que querías dedicarte al humor?
M.S.: -“Sí, desde pequeñín. A mi me llamaban ‘figuritas’, mi madre siempre decía “ya está el figuritas”. Aunque la realidad es que todo me viene de ella, porque era la que realmente hacía reír en casa, ¡menuda era! Yo siempre la tengo presente porque ha sido la herencia más grande que he recibido, ese sentido del humor y ese don para hacer reír”.
G.Y.: ¿Cómo nació Martes y Trece?
M.S.: -“Nació casi por necesidad. Yo estaba en la Escuela de Arte Dramático con Fernando Conde, que era el otro integrante cuando éramos trío, y a la vez Josema pertenecía a nuestro núcleo de amistades. Cada vez que nos veíamos siempre estábamos haciendo el tonto los tres. Recuerdo que siempre quedábamos en un bar al lado del Teatro Príncipe, en Madrid, donde también nos juntábamos con Verónica Forqué, Imanol Arias, Tito Valverde… y todos nos repetían que teníamos que hacer algo juntos. Al final fuimos por los bares preguntando si aceptaban cómicos, hasta que una noche, que era martes y trece, nos aceptaron en uno y aquello funcionó de maravilla. Lo mejor fue que -nunca supe muy bien por qué- apareció por allí Miguel Bosé y le gustamos mucho. Él se convirtió en nuestro “hacedor” en los comienzos, por eso me gusta llamarle el Arcángel San Miguel” -ríe.
G.Y.: Fuisteis un éxito total y llegó un momento que casi se os fue de las manos, os saturasteis de trabajo. Ahora que puedes analizar las cosas desde el punto de vista de la experiencia, ¿cambiarías algo de aquella época?
M.S.: -“No, para nada. Aquello salió así, no estaba previsto en absoluto. Yo pretendía ser un actor dramático y de pronto descubrí una vis cómica que ni yo conocía. Sí que había sido travieso y simpático de pequeño, el enrollado de los amigos, pero ni de broma pensábamos que saldría así. Nunca estuvo nada previsto.
Ahora, a la hora de hacer humor, hay mucha susceptibilidad y ganas de protestar.
Pero lo que sí que me ha dado la experiencia, todos estos años de trabajo, es poder seguir hoy haciendo lo que más me gusta del mundo, que es subirme a un escenario, pero además poder hacerlo de forma selectiva. Puede parecer una barbaridad, pero no todo el mundo puede elegir en esta profesión y me siento un afortunado por poder hacerlo. Yo ahora, por ejemplo, hago un pase, no hago dos. Porque me lo puedo permitir”.
G.Y.: A pesar de las giras, las galas y el no parar, ¿cuál es el mejor recuerdo que tienes de aquella época?
M.S.: -“Son todos increíbles. Al principio hacíamos las giras en un cuatro latas, muchas horas de carretera, los tres metidos ahí riéndonos como locos. Eran demasiados kilómetros, no teníamos ni un duro, dormíamos en fondas… pero nosotros estábamos encantados y teníamos la edad y la energía. Mi recuerdo en general es magnífico, a pesar de que no ha sido un camino de rosas“.
G.Y.: Todos nos hemos reído mucho con sketches que ahora mismo serían muy sensibles, como el de maricón, mi marido me pega… ¿sientes que ya no se puede hacer humor libremente?
M.S.: -“Sí que hay mucha limitación. Más que herir sensibilidades, lo que pasa es que hay mucha susceptibilidad y ganas de protestar. ¡Hay una cosa que se llama sentido del humor! Si yo salgo vestido de monja, por ejemplo, espera a ver qué digo o en qué consiste la broma y luego me criticas. Pero no. Lo primero que se da por hecho es que yo me voy a meter con la Iglesia. Es una lástima. Para mí no hay conquista más exitosa que el arte de la insinuación“.
G.Y.: En la obra te quejas de que incluso el cariño del público ya no es el mismo, que antes era más espontáneo y afectuoso y ahora parece que la gente está un poco amargada y van a fastidiar. ¿Estamos, en general como sociedad, más agrios?
M.S.: -“Sí, sobre todo por la tendencia de vender morbo y carnaza que estamos viendo en los últimos años. La gente ve ese tipo de programas, aunque luego digan que no lo han visto, y eso impacta en sus gustos, en sus demandas y en sus reacciones”.
G.Y.: ¿Te cuidas? ¿Sigues una rutina saludable y con actividad o eres más bien pasota?
M.S.: -“Pues mira, yo en realidad no soy gordo, a mí me tocó El Gordo solo por poder dedicarme a lo que más me gusta en el mundo, que es salir a un escenario y hacer el ganso hasta saciarme. No hago nada especial, no voy al gimnasio ni anda parecido. Ando, pero poquito porque estoy operado de los tobillos. Sinceramente, no tengo ninguna técnica ni ninguna táctica, lo que me llena y me hace mantenerme en forma es el ansia por salir al escenario. Para mí es terapéuticamente sanador”.
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