Mundo Yold. Reflexionamos sobre los matices de la bondad y sus consecuencias

Ser bueno no significa ser tonto, pero puedes evitar sentirte así

Inés Almendros
7 noviembre, 2022

“De buena que soy parezco tonta”: casi todos los que somos jóvenes, pero ya mayores, nos hemos sentido así alguna vez. Y de hecho, es fácil encontrar a quienes confunden a las personas generosas y altruistas con idiotas y se intentan aprovechar de ellas. Hoy le damos una vuelta a este complejo tema y descubrimos que, si no utilizamos una serie de herramientas psicológicas claras, podemos caer en la trampa de que nuestras buenas acciones sean mal interpretadas y peor utilizadas.

Seguro que has vivido, o conoces de cerca, situaciones parecidas a las siguientes: 

Caso 1: Hace ya meses que Claudio le prestó dinero a un amigo para que pagara una deuda apremiante; este le prometió que se lo devolvería en unas semanas, pero pasa el tiempo y no lo hace. Cuando Claudio se lo reclama, se enfada, nunca hubiera esperado de ti que me presionaras”, le contesta. Entre indignado y ofendido, le promete una y otra vez que se lo va a devolver “ya mismo”, pero pasan los meses y el dinero no llega… Y cuanto más se lo solicita, peor contestación recibe. Su amistad lógicamente finaliza; y Claudio no solo se siente estafado: también se siente tonto.

Caso 2: La madre de Andrea y Ana falleció hace años, y desde entonces Ana se ocupa de su padre, ya que Andrea vive lejos. Poco a poco, la situación se enquista, y Andrea ni siquiera viene unos días, en sus vacaciones, para pasar unos días con el anciano, cosa que molesta a Ana. Llega un momento en que Ana también tiene sus propios problemas, así es que solicita a Andrea más colaboración, pero la contestación de su hermana es ralentizar la situación: “ten paciencia”, le dice. Entonces, Ana le recuerda que, aunque ella ha asumido toda la carga, y lo tendrá que seguir haciendo debido a la distancia, la responsabilidad debería ser 50/50. Conclusión: se arma la bronca porque, según Andrea “Ana no entiende sus circunstancias”; y es así como Ana pasa de ser la hermana buena a convertirse en una “mala hermana” para Andrea. Lógicamente, Ana se siente enfadada y triste; pero, además, se siente imbécil.

El aprovechado y manipulador necesita a las personas más nobles y entregadas, para que le solucionen sus problemas

Caso 3: Carmen, prima de María, se va a casar y lleva tiempo buscando piso de alquiler, pero no encuentra nada que le guste; María tiene vacío su piso de soltera y se ofrece a alquilárselo, además, con una renta ventajosa, que para eso son primas. María y su novio, encantados, se mudan a la casa y pasan años viviendo en ella, porque les cuesta encontrar algo mejor y más barato. Pero cuando el hijo de María se hace mayor y desea independizarse, lógicamente María piensa en recuperar el piso donde vive Carmen. Entonces estalla la bomba: “¿Cómo puedes echar a tu familia de su propia casa?” es la respuesta de esta. Tras una larga tormenta, con capítulos muy desagradables, María recupera el apartamento, pero pierde a media familia: ni su prima, ni los hermanos de esta, ni sus tíos, vuelven a hablarle jamás. María se siente muy dolida. Pero, además, se siente tonta de remate.

Caso 4: Eduardo tiene una pequeña empresa de diseño gráfico. Su amigo Paco, periodista, quiere dar el salto y montar una empresa de comunicación. Eduardo le anima a hacerlo, y le ayuda un montón: dedica horas a enseñarle detalles de gestión y administración, le regala el diseño gráfico de la nueva firma, permite que empiece trabajando en su despacho sin tampoco cobrarle ni luz, ni internet, ni siquiera los cafés. Lo hace por amistad, pero también cree que la idea de Paco es buena, y que a la larga podrán colaborar juntos, con lo que él mismo se podrá beneficiar. Pero cuando Paco empieza a triunfar, se alquila un despacho propio, se rodea de su propio equipo y nunca llama a Eduardo para que colabore con su exitosa empresa. Eduardo se siente decepcionado y bastante idiota, y en el fondo piensa que Paco abusó de él. Claro, que Paco tampoco entiende porque, desde hace algún tiempo, Eduardo le trata con frialdad, ya que Paco jamás le explicó el motivo de su decepción.

El respeto por cada uno de nosotros y por nuestras necesidades es fundamental en cualquier relación.

Caso 5: Para este ejemplo nos vale la reciente vivencia de la famosa cantante Shakira, que hace poco declaraba a la revista Elle el sacrificio que hizo por su pareja, Gerard Pique: “Puse mi carrera en segundo plano y me vine a España para que él pudiera ganar títulos. Y fue un acto de amor”. Como todos sabemos, años después de aquello, la pareja se ha roto porque el futbolista ha iniciado un romance con otra mujer. Así es que, al lógico dolor de la cantante por la ruptura, se le suma, seguramente, la sensación de frustración consigo misma y de plantearse si hizo el idiota al dar tanto por él.

Equivocarse con buena intención
Es obvio que, incluso entre nuestros más amados seres queridos, familiares y amigos, encontraremos personas más y menos agradecidas; hay quienes valoran -y siempre lo harán- la generosidad y el apoyo, y hay, también, quienes ni siquiera son capaces de verlo y/o de apreciarlo. La generosidad, el altruismo, al igual que el agradecimiento o la ingratitud son valores que cada cual mide y ejerce de forma distinta.

Es cierto también que en nuestra sociedad existe cierta concepción tóxica y completamente errónea, de que ayudar, entregar, compartir es “hacer el tonto”; y es una realidad recurrente que las personas egoístas y manipuladoras suelen arrimarse a los generosos, precisamente, para cobijarse y hasta aprovecharse de ellos. De hecho, el aprovechado y manipulador necesita a las personas más nobles y entregadas, para que le solucionen sus problemas y cubrir, a costa de ellas, sus necesidades y carencias.

Saber poner los límites es la esencia principal de la madurez, y cualquier persona yold ya debería haber aprendido a hacerlo.

Lógicamente, cuando hemos dado y ayudado de corazón, nos duele recibir a cambio indiferencia (en los mejores de estos casos) o hasta ingratitud, desamor y desprecio (en los peores). Como personas generosas y altruistas, nos cuesta recibir lo contrario a cambio.

Pero, dicho todo esto, con la madurez debemos aprender a gestionar estas situaciones de la vida, para evitarnos disgustos innecesarios, que no solo pueden acarrear muchas y muy graves complicaciones, sino que además hacen que nos sintamos mal con nosotros mismos. Hay una serie de recursos psicológicos de primer orden, que no debemos olvidar:

Poner límites
Saber poner los límites es la esencia principal de la madurez, y cualquier persona yold ya debería haber aprendido a hacerlo. Poner los límites pasa por decidir en primer lugar hasta dónde queremos llegar en nuestras relaciones con otras personas. Y, en segundo lugar, saber decir “no” cuando se sobrepasan estos límites. Pero, decir “no” suele ser complicado: nos cuesta hacerlo por vergüenza, por temor a las discusiones o para que no nos consideren el malo de la película, entre otras cosas. Pero todo esto debe sernos indiferente: poner los límites y saber decir “no” es fundamental para que nos respeten, para evitar que abusen de nosotros, y para no sentirnos mal después. Por ejemplo, en el caso de Ana y Andrea, si Ana (que decidió asumir totalmente sola desde el principio el cuidado de su padre porque su hermana vivía lejos) hubiera puesto antes algún límite a la inacción de su hermana, posiblemente no se hubiera llegado a la triste discusión final.

No hacer “sacrificios”
Jamás pongas tus sueños, necesidades o deseos, por detrás de los de otras personas. Cuando te encuentres en la situación de ayudar o entregarte a los demás, hazlo siempre sin dejar de pensar en ti mismo: poniéndonos por detrás no estamos ayudando ni contribuyendo a crear una relación equilibrada con el otro; al contrario, estamos fomentando un desequilibrio que, a la larga, reventará. Y estos “sacrificios” (como el que hizo Shakira dejando su carrera por detrás de la de su pareja) pueden hacer, incluso, que las dos personas acaben sintiéndose mal. El respeto por cada uno de nosotros y por nuestras necesidades es fundamental en cualquier relación.

Piénsalo bien antes de ofrecerte
A veces somos nosotros mismos quienes nos buscamos estos líos por meternos donde no nos llaman (caso 3, María ofrece un ventajoso alquiler a su prima Carmen). Debemos sopesar muy bien la iniciativa de ayudar, máxime en determinadas situaciones que a la larga pueden tornarse en pesadas, molestas y hasta conflictivas. No siempre hay que lanzarse a ofrecer ayuda: podemos permanecer al margen y esperar, en todo caso, a que nos la pidan. Es un error muy clásico en espíritus altruistas y desinteresados. Pero también en quienes sufren cierto egocentrismo, aunque bienintencionado: “yo puedo resolver la situación de esta persona, él no sabe cómo arreglarlo, pero yo sí porque soy más listo y válido que él”.

Si esperas algo por tu ayuda, sé honesto y sincero
Cuando nos decidimos a entregarnos, o a ayudar a otras personas, en teoría lo hacemos voluntariamente, porque queremos hacerlo y sin esperar nada a cambio. Pero si la realidad es otra, y lo cierto es que, internamente, SÍ que esperamos una contraprestación (lo que le sucedía a Eduardo, que cuando ayudó a su amigo Paco, esperaba recibir a cambio algún beneficio), debemos ser muy claros y sinceros al respecto, tanto con nosotros mismos, como con la persona a la que vamos a ayudar. Hay que expresar nuestro deseo de recibir algo a cambio a la otra persona; si no dejamos las cosas claras desde el principio, luego podremos llevarnos una buena decepción. Además, la persona a quien vas a ayudar tampoco tiene porqué adivinar que lo haces por algún tipo de interés, aunque este sea pequeño o simbólico. No tiene nada de malo esperar algo por dar, pero mejor ser franco y totalmente honesto al respecto desde el principio.

Depurar nuestra “culpa”
Finalmente, no hay que sentirse ni tonto ni culpable tras haber vivido una de estas situaciones: equivocarse es uno de los peajes inevitables en el largo camino de la vida, y no podremos evitar caer una y muchas veces en el error. Especialmente, no hay que sentirse culpable cuando nos encontramos con auténticos sinvergüenzas como el amigo de Claudio, que no solo no le devuelve el dinero, sino que, además, responde a la ayuda que en su día se le dio, con insultos y desprecios. Tristemente, hay mucha gente aprovechada y sin principios que intentarán abusar de quienes son buenos y generosos.

Lo único válido, lo único que nos puede servir en estos casos, es aprender de la vivencia, tomar nota y reforzar nuestras pautas para intentar evitar que nos vuelva a suceder. La experiencia nos ayuda a todo esto, pero los recursos psicológicos arriba mencionados también lo harán.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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