Cine Yold. Recordamos con cariño a la actriz en el centenario de su nacimiento
Yvonne De Carlo (Lily Monster) cumple cien años

Cuando este 1 de septiembre, se cumplen cien años del nacimiento de la actriz, nuestro crítico de cabecera, Ángel Domingo, ha querido recordar a la que dio vida a uno de los personajes más icónicos de nuestra infancia televisiva, Lily Monster, la inolvidable vampiresa.
Si tuviéramos que poner una fecha a la conocida como edad de oro del Hollywood clásico elegiríamos el año 1927, en el que se estrenó El cantor de Jazz (Alan Crosland), considerado primer largometraje con imagen y sonido sincronizado de la historia.
A lo largo de esa edad dorada se filmó la mayoría de lo que actualmente consideramos los clásicos más célebres de la historia, muchos de ellos protagonizados por mujeres como Vivien Leigh, Rita Hayworth, Ava Gardner, Ingrid Bergman o Marilyn Monroe. Su talento interpretativo, su belleza y, sobre todo, su glamour convirtieron a estas divas en el modelo a imitar.
Lo que solo los cinéfilos amantes del cine clásico sabemos es que el glamour de Hollywood no se inició con estas actrices tan conocidas. Antes existieron grandes intérpretes femeninas, y hoy me gustaría destacar a la primera que rompió el molde para convertirse en el espejo de todas las que quisieron seguir sus pasos, la actriz que aparecía en los títulos de crédito como Yvonne De Carlo.
Margaret Yvonne Peggy Middleton nació en la urbe canadiense de Vancouver y cuando llegó a Hollywood, hace exactamente un siglo, se nacionalizó estadounidense. Brilló, durante la década de los 40-50, liderando producciones como Salomé, la embrujadora (1945) y La esclava libre (1957), hasta coronarse definitivamente gracias a la monumental Los diez mandamientos (Cecil B. De Mille, 1956), en la interpreta a Séfora, la mujer que apoyó a Moisés en la tarea de liberar al pueblo de Dios, cuando estaba sometido por los egipcios.
Paralelamente a sus años de mayor esplendor, Yvonne se enamoró y contrajo matrimonio con el actor Robert Morgan, un doble para escenas de riesgo de categoría reconocida, con quien coincidió en Amores de un impostor (1956) y tuvieron dos hijos, Bruce y Michael.
Durante el rodaje de La conquista del Oeste (1962), Robert doblaba una peligrosa secuencia que simulaba un tren a toda velocidad cuando sufrió un trágico accidente en el que perdió una pierna. Yvonne decidió retirarse durante un tiempo de los escenarios para dedicarse exclusivamente a cuidar de su esposo.
Sin embargo, su matrimonio sufría una profunda crisis por la inmensa cantidad de dinero que tuvieron que dedicar a la recuperación de su marido (recordemos que la seguridad social no existe en los Estados Unidos). Para conseguir el dinero suficiente, Yvonne decidió regresar a su profesión y aceptar la oferta de la productora Columbia sobre una extraña familia televisiva, rodada en blanco y negro, que terminaría alcanzando una enorme popularidad en todo el mundo. La comedia se estrenaría en los países de habla castellana con el título de Los Monsters (Ezra Stone, 1964). En otras circunstancias, Yvonne nunca habría aceptado un papel así, pero necesitaba el dinero. Aunque solamente permaneció en antena durante dos temporadas (de 1964 a 1966), las constantes reposiciones la convirtieron en una serie de culto. Y lo que Yvonne tuvo que aceptar por obligación fue el papel de matriarca de la monstruosa familia que, por cierto, concedió a Yvonne la eternidad, superando al resto de sus anteriores papeles. Hoy incluiríamos a Yvonne en la lista de actores devorados por sus personajes.
De esta manera, su rol de Lily Monster, la llamativa vampiresa casada con Herman Frankenstein, con su icónico cabello pintado de negro y blanco, exceso de maquillaje y escotados vestidos que desafiaban a la ley de la gravedad, la hicieron inolvidable, y actualmente, es uno de los disfraces más buscados para la noche de Halloween. “Nunca imaginé que ese ridículo papel fuera el que me dio más popularidad”, repetía continuamente durante las últimas entrevistas que concedió.
A pesar del gran éxito de audiencia, una falta de acuerdo entre productores e intérpretes, tanto la Universal como la CBS suspendieron la producción. Aunque la verdadera razón es que la brillante etapa del tecnicolor llegaba a su fin, y la nueva etapa, a pleno color, fue la fórmula elegida por las productoras.
Al igual que sucedió con la transición del cine mudo al sonoro, el paso del blanco y negro al color sepultó a algunas de las estrellas más importantes del séptimo arte.
Así, la carrera de Yvonne De Carlo solo pudo ser frenada por la tecnología, ya que tanto por su belleza, como por su calidad interpretativa, debería haberse mantenido más tiempo en la cima.
Tras el éxito de la serie, nuestra protagonista siguió recibiendo ofertas, pero en títulos muy por debajo del nivel de una figura como ella.
Sin embargo, estrellas como Yvonne no se apagan sin emitir un último gran destello: el estreno del musical La rubia del Follies (Edmund Goulding, 1932) obtuvo el premio Tony, el galardón más importante del mundo del teatro en Estados Unidos.
En sus últimos años, Yvonne decidió retirarse de la primera línea, y se estableció en Solvang, una anónima localidad al norte de Santa Bárbara, acompañada de su hijo Michael, que falleció en 1997.
Finalmente, la actriz sufrió un ataque de apoplejía en 1998, y tuvo la fortuna de que la Fundación Motion Picture, creada para el auxilio de los miembros más legendarios de la comunidad cinematográfica reparara en su situación, y la internara en un sanatorio destinado al auxilio de los grandes mitos que pasan por una situación complicada.
Más tarde, en un domicilio adaptado del exclusivo barrio de Beverly Hills, a las afueras de Los Angeles, vivió sus últimos años con el cuidado y el respeto que merece una leyenda del cine como ella, que brilló como ninguna otra durante la mejor época de la historia del cine.
La actriz también fue autora de su biografía: Yvonne: An Autobiography (1987).
Ángel Domingo Pérez
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